domingo, 4 de diciembre de 2011

Edén

Tema: Que ocurrirría si conociésemos nuestro futuro?
Autor: Gertrudis Margot Vladimir



No quería levantarse. Otra vez la misma rutina. Otra vez aguantando el silencio del mundo. Y no quería levantarse. 
Estaban llegando, venían a por ella. Por no seguir lo estipulado, por intentar cambiar las cosas. ¿Tan malo era querer ser libre? ¿Era algo tan imposible?
No se movió cuando los soldados, vestidos con un armazón negro metalizado, tiraron la puerta abajo. Delante de sus ojos pasaban las imágenes de todos los ángulos en los que podría haber caído la tabla de madera. Eso era nuevo. Tal vez, era consecuencia a lo que ella había hecho.
Se acercaron a la frágil chica, tumbada en la cama. Lo hacían con reverencia, incluso con temor. La joven se puso en pie a desgana y dejó que la apresasen. Pensó en salir corriendo y, sorprendida, se dio cuenta de que nadie más podía ver esa opción en su cabeza. No eran ya un solo ente.
Desechó la idea de huir, aunque algo en su interior hacía que estuviese animada. Puede que fuese la perspectiva de que no podían predecir su próximo movimiento. 
Cuando la escoltaban hacia el coche, miró a su alrededor. Un solo color se extendía por los edificios, los vehículos y las personas; el gris. Podía ver a esos niños moviéndose como autómatas, yendo al colegio sin esperar nada. Sin aspiraciones ni esperanzas. ¿Para qué? Tenían tatuado un oficio desde su nacimiento. Una lista de nombres y trabajos asignados desde la cuna. Kevin; agricultor, Peter; bombero, Amanda; psicóloga. Ellos asentían y se preparaban para ese futuro prefabricado.
Jareen, la chica que entraba con los guardias en aquel vehículo blindado, había decidido rebelarse. Primero con pequeñas cosas, como el color de su ropa, sus amistades, sus parejas… Y después renunciando a su trabajo, manifestándose junto a otros simpatizantes. Pero los otros se cansaron o se doblegaron bajo el yugo de El Nido, la Mente Central. El Gran Profeta. En esta sede, la Mente decidía el destino de todos los habitantes del Edén. Allí, donde amanecía siempre a la misma hora, todos los días igual. Donde nunca hacía ni frío ni calor, donde no llovía.
Sentada entre dos fornidos soldados, Jareen recordaba aquello. Le había costado asimilarlo. Ella, una chica que hacía un mes formaba parte del Edén, una funcionaría más de ese régimen jerarquizado por el Ser Inmortal, había osado salir al exterior.
Recordó, anhelante, el calor del sol en su cuerpo, el viento y el olor a tierra mojada. Decidió abrirle los ojos a la gente. Y fue entonces cuando se le ocurrió destruir la Cúpula. Esta era la sede donde la Mente se reunía con los quince Profetas y ponían en orden Edén. Jareen no sabía porque sus pensamientos no se encontraban controlados por ellos, pero no pensaba esperar sentada. Buscó en antiguos libros como fabricar una bomba casera, aunque eficaz. Para esa operación no podía contar con nadie. Se coló en la Cúpula y, cuando tocaron las doce del mediodía, la hora del almuerzo, detonó el artilugio. 
Para bien o para mal, no había ocasionado ninguna baja. Escapó como pudo de la multitud que desorientada se le acercaba. Llegó a casa y se enterró bajo las sábanas. Hasta este momento.
Iban hacia la Cúpula. Podía ver su muerte. Un escuadrón de soldados grises se pondría delante de ella. Ella diría que no se arrepentía de nada. Y tras una ráfaga de disparos, moriría. Sin dolor. Tampoco le tenía miedo a la muerte. Jareen sonrió. Al menos sería libre.
Llegaron a su destino. La Mente estaba allí. Un hombre que no correspondía a la definición de hombre. No tenía nada de humano. Era lo más alejado a esto que era posible. Un robot, un dios, insensible, omnipotente. La chica le sonrió cuando pasó por su lado. Con una sonrisa cruel y amarga.
Colocaron a la joven contra la pared del patio del edificio. ¿Última voluntad? ¿Últimas palabras? No dijo nada. Estaba pronosticado que diría algo, pero no lo dijo. Los soldados, desconcertados se miraron, sin saber qué hacer. 
Sonó un disparo. Y después se oyó un cuerpo caer. El Inmortal, con los ojos desorbitados, miraba el cadáver de la chica, mientras sujetaba un fusil. Los guardias observaron, estupefactos, al Ser. Seguidamente, a la chica. Y algo dentro de ellos, dentro de todas aquellas personas encasilladas, se encendió. Podían elegir. Podían ser libres. 
Y mientras asimilaban aquella idea, la Mente, aquel que les había esclavizado, moría a manos de su séquito.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Adiós

Tema: Que ocurrirría si conociésemos nuestro futuro?
Autor: Gemma Albi


Una pareja de tantas disfruta de su cena en un restaurante.

-Mmm.... que rico está esto. ¿Quieres un trocito?
-¿Que es?
-Pollo...pollo tandoori creo que se llama. Es un poquitín picante. Lleva especias, yogur y no sé que más. Toma. Prueba.
-Humm.. se…no esta mal.
-¿Te acuerdas de la primera vez que vinimos a este restaurante?
-Sí.
-¿Es por eso que me has traído aquí?
- ...sí.

La pareja prosigue con su comida en estricto silencio. En algún momento, ella se decide a hablar de nuevo.

-Si esperas a que te pregunte para qué me has traído aquí, vas muy equivocado.
-¿Porque?
-Porque no lo quiero saber.
-Lo tenemos que dejar.
-No. No lo ''tenemos que dejar''. A ti, te conviene dejarlo.
-No quiero entrar en esa discusión.
-Perfecto. Estaré encantada de hacer ver que esta desagradable conversación no ha tenido lugar. ¿Vas a querer un poco más de pollo? Estas raciones que ponen aquí son enormes.
-No.
-Vale.
-Ana, lo tenemos que dejar, en serio.
- ¿Y porque?

Él suspira, no va a ser tan fácil como creía.

 -Ya sabes de sobra porque. Lo sabes ahora y lo sabías cuando nos conocimos. Incluso antes de eso, lo sabías! No me vengas con esas. Tu y yo nos conocemos, salimos un tiempo, y luego, lo dejamos. Después, conozco a una chica del trabajo, que resulta ser la mujer de mi vida, y nos casamos. Así van las cosas.
-Ya ya ya ya… Toda esa historia ya me la sé. ¿porque ahora?
- ¿Que importa si antes o después?
- A mi me importa. ¿Porque ahora?
- Ha… ha entrado una chica nueva en el trabajo. ¿Es eso lo que querías oír?
-¿Es guapa? ¿Te gusta?
- Yo que sé. Te digo que acaba de entrar, apenas si la he visto un par de veces...
-Podría no ser ella.
-O podría serlo. En cualquier caso, preferiría tener el camino libre por si acaso
- El camino libre... Así que en eso me he convertido ahora, en un estorbo en tu camino.
-Venga va, los dos sabíamos cuando empezamos con esto que nuestra relación no tenía ningún futuro.
- No. Se nos dijo que tendríamos una relación. Se nos dijo que ésa relación se rompería. Pero eso no quiere decir que tenga que ser así obligatoriamente.
-Francamente, creo que te estás comportando como una inmadura y estás haciendo el ridículo. Si se nos da a conocer nuestro futuro es precisamente para no tener que perder el tiempo con este tipo de cosas. Esta más que demostrado que de este sistema es el mejor que existe: nos adaptamos mejor a los cambios, estamos menos confusos y estresados y hay menos niveles de insatisfacción entre la población. ¿Qué más quieres? ¿ O es que de verdad te crees que podrías vivir siempre codo a codo con la incertidumbre? A ver si esta relación va a funcionar o no,  a ver si me van a echar mañana del trabajoo no... Nooo. Ni de broma.
-Pues al menos habría un poco de esperanza, y de interés por ver lo que pasará mañana.
-¿Sabes que? No me creo  nada de esto que estás… Mira, pongámoslo al revés. ¿que pasaría si fueses tu la que tuviese un brillante porvenir y yo el que no te dejara avanzar?¿ Eh?¿Estarías tan en contra del sistema entonces? No, claro que no! Lo que pasa es que no eres capaz de afrontar tu futuro. Ése es el problema.
-Y a ti te da igual.
-Yo no puedo hacer nada por ti.
-Tu postura es tan fácil…
- Ah , no! No pienso dejar que me eches la culpa de esto. Cada uno tenemos la vida que tenemos y no podemos cambiarla, es verdad. Pero lo que si podemos decidir es cómo vivirla. Tu solita has decidido amargarte así. Has tenido tiempo más que suficiente para prepararte para lo que está por venir.
-Quizá sí, quizá sí que no me he preparado bien para mi destino. O quizá es que me ha tocado un destino de mierda quién sabe. Al menos tendré la seguridad de haberlo vivido, no como tu, que te deslizas por el tiempo como si todo fuese un puro trámite. Pero dime, para llegar ¿a dónde? Os deseo mucha felicidad a ti y tu futura señora, a la que amarás tanto, de palabra y por costumbre, por supuesto. Me voy,  no te quiero ver más. Alégrate! que me voy y no sé si me voy porque quiero, o porque tiene que ser así.

Ana se levanta y abandona el restaurante. No paga su cuenta. No se la ve más por allí. La mañana siguiente de su ruptura es atropellada por un automóvil al salir de su casa, pues eso y no otra cosa deparaba el futuro para ella.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Nuevo tema, que es gerundio

Bueno, al parecer el tema de la inexistencia de los nazis no ha animado mucho a la gente a participar. Esperamos que este nuevo tema os de más juego y podamos leer muchos relatos jugosos. Esta vez hemos escogido un tema que nos propuso Laura Rubio via mail.

Que ocurriría si...conociésemos nuestro futuro?

Recordad que todos podéis participar, solo tenéis que enviar vuestro relato o vuestra propuesta para la próxima entrega a queocurririasi@gmail.com

lunes, 10 de octubre de 2011

Los malos de las películas

Tema: ¿Que ocurriría si no hubieran existido los nazis?
Autor:  Luis Guallar



Sobre un fondo azul, aparece la silueta de una montaña, logotipo de la Paramount. Esta no tarda en hacer una suave transición a una imagen real. El fondo azul se convierte en el cielo. La montaña dibujada se transforma en una gran roca del desierto, con una forma similar. La música, apenas un susurro, deja entrever la emoción que está por llegar.
Y entonces aparece un grupo de Boy Scouts. Parecen dispuestos a explorar unas cuevas. Uno de ellos, un joven rubio, se aleja del grupo junto a un amigo, que no parece demasiado conforme. Y en una cueva, encuentran a unos saqueadores, dispuestos a robar la cruz de Coronado.
Debería estar en un museo, dice el joven Scout.
Su nombre es Indiana Jones.

Sin duda, los años 80 fueron la meca del cine de aventuras. Durante esa época surgieron docenas de títulos destinados a divertir a toda la familia, películas que de pequeño iba a ver con mi padre al cine, mientras con una mano sujetaba la suya, con la otra el bote de palomitas, y mis ojos veían el mundo con la ilusión propia de los niños. Alrededor de 1981, no obstante, una película que pretendía alzarse como la reina de las películas de aventuras cayó repentinamente en desgracia. Durante su gestación no hubo más que problemas, además diversas deserciones. Finalmente, cuando se estrenó, la crítica se ensañó con ella brutalmente, la tacharon de inmoral y políticamente incorrecta, y pronto cayó en el olvido.
Mi curiosidad se despertó cuando me tropecé por casualidad con la carátula de dicha película en Internet. Titulada simplemente “La última cruzada”, contaba con un actor poco conocido como protagonista, un tal Harrison Ford. Sí, era poco conocido de nombre, pero su rostro era inconfundible, pues se trataba ni más ni menos que de Han Solo, el tunante compañero de Luke en Star Wars. Y no era de extrañar, pues el artífice de “La última cruzada” era ni más ni menos que el mismísimo George Lucas. A finales de los 70, Lucas estaba dispuesto a repetir el éxito de su película espacial con otra de corte mucho más clásico, cuyo protagonista sería una suerte de Han Solo reconvertido a arqueólogo y aventurero. El proyecto era prometedor, y todo indicaba que el director elegido por Lucas iba a ser Steven Spielberg.

Indiana Jones se halla en una habitación amplia, luminosa, y bastante lujosa. Parece encontrarse fuera de lugar. Un momento después, una puerta se abre, y aparece un hombre trajeado que se presenta como Walter Donovan, un nombre que Indy conoce bien. Walter le habla sobre una tablilla que sus hombres encontraron en una excavación, y que parece revelar información importante sobre un objeto mítico.
El santo Grial.
Indy apenas puede contener la emoción, aunque tiene la sensación de que no es él quien tendría que estar allí. Mientras tanto, Walter sigue hablando, emocionado.
—Estamos a punto de concluir una búsqueda que comenzó hace casi dos mil años. —Afirma, finalmente. —Nos hallamos solo a un paso.
—Que es cuando suele desaparecer el suelo bajo los pies. —Responde Indy, cínico.
—No sabe cuanta razón tiene. —Responde Donovan.

Los problemas no tardaron en llegar. Tras leer el guión, Spielberg rechazó el proyecto. Cuando se le preguntó al respecto no quiso dar explicaciones, pero afirmó que jamás volvería a trabajar con Lucas. Aquello los enemistó para siempre.
Tras la decepción inicial, George Lucas decidió encargarse personalmente de la dirección. Comenzó a controlar todo el proyecto, y a cambiar guiones. Él afirmaba que tenía escrita una trilogía entera, pero que había decidido comenzar por la tercera porque era la más espectacular. Aquello provocó diversos malestares en el equipo. Esos cambios, sumados a elementos del guión que parecían molestar a algunos, hicieron que diversos actores tuvieran que ser substituidos en el último momento. Aun así, el proyecto siguió adelante. Con un presupuesto ligeramente inferior al original, y algún cambio de última hora, la película se rodó con éxito. Pero como ya he dicho, la crítica la hundió. Fue un fracaso en taquilla, y finalmente quedó relegada a un sombrío segundo plano junto a otras tantísimas películas de escasa calidad.

Indy y Elsa caminan en la oscuridad. Están en una cripta subterránea, repleta de telarañas, huesos y ratas. Elsa, nerviosa, se agarra al brazo del valiente Indy, mientras este se abre paso. Finalmente, su búsqueda da sus frutos. Al final del camino, hallan una serie de tumbas y, en un lugar más elevado, la tumba del caballero. Emocionados, retiran la tapa. Y allí está, tallada en su escudo. La inscripción que tanto buscaban, y que da la clave para hallar el Santo Grial.
Alejandreta.

Hace unos cuantos años, encontrar una película poco conocida podía ser una odisea. Pero hoy en día, Internet hace que sea una tarea sumamente sencilla. Como he dicho anteriormente, me llamaba la atención aquella película protagonizada por Han Solo. ¿Qué podía tener que la hiciera tan polémica? ¿Cuál había sido el problema? Por supuesto, estaba convencido de que todo el asunto se había exagerado. Posiblemente la película era aburrida, o el guión resultaba flojo. Aun así, la curiosidad me podía. Así que me la descargué, y la comencé a ver.

El logo de la Paramount. La roca. Los Boy Scouts.

Durante varios minutos, no podía entender nada. ¡Aquella película era fantástica! ¿A que se debía tanta polémica? Por lo que estaba viendo, se trataba únicamente de una inocente película de aventuras acerca de un arqueólogo en busca de un mágico tesoro. Indiana Jones era un personaje muy inspirado, y exudaba carisma a raudales. Su estirado amigo Marcus resultaba bastante cómico. Y la película era toda emoción. La trama era interesante. El santo grial, caballeros de las cruzadas, un misterioso enemigo en la sombra… ¿Qué más se podía pedir? ¿Cuál era el problema?
Y entonces llegó. Porque aunque lo peor estaba por llegar, el principal problema de la película, el motivo de su caída en desgracia, se resumía en una única frase en boca de Indy. Tras llegar al castillo de Brunwald en busca del desaparecido padre de Indy, un poco inspirado Roger Moore que se había hecho con el papel tras la deserción de Sean Connery, nuestro héroe y su guapa compañera se encuentran con el misterioso enemigo que parece querer conseguir el grial. Un grupo de hombres de cabello oscuro y rizado, hablando por radio y trazando planes sobre un mapa. Y entonces llega la frase.
—Judíos. —Dice Indiana Jones, con visible desprecio. —Los odio.

Indy continua buscando, hasta que da con una puerta cerrada, con cables que delatan una alarma. Deduciendo que esa es la celda de su padre, entra en una habitación continua, sale por la ventana y, tras valerse de su habilidad con el látigo, alcanza la celda, donde se produce el divertido reencuentro. Entonces, Indy procede a narrar su expedición en las catacumbas, lo que emociona visiblemente a su padre, que se ha pasado la vida buscando el grial. Pero todavía queda un problema: los judíos.
—¿Por qué? —Pregunta Indy. —¿Por qué tanto interés en el grial?
—¿No es evidente? —Responde su padre. —Lo ponía en la tablilla. “Quien beba del grial llevará dentro de él un manantial de vida eterna.”
—¿Es eso lo que buscan? ¿La vida eterna?
—Cielos, Junior ¡Claro que no! —Exclama su padre. —Ellos no buscan utilizar el grial, sino destruirlo. ¿No lo entiendes? El cáliz de Cristo… semejante poder… ¿No entiendes en que lugar los deja a ellos una prueba así? Sería el final de su gran mentira.
Tras la explicación, son interrumpidos por un grupo de judíos armados. Indy se deshace de ellos sin demasiad dificultad pero, cuando va en busca de Elsa, descubre que la han capturado. Uno de ellos, que parece el cabecilla, la está apuntando con una ametralladora.
—Suelte esa arma, doctor Jones. O ella morirá.
—Está con ellos. —Comenta su padre.
—¡Indy, por favor! —Suplica ella.
—Es judía. —Insiste el padre.
—¿Qué? —Indy no se lo puede creer.
—De verdad.
—¡Indy, no!
—Ni siquiera es rubia, va teñida.
—La mataré. —Amenaza el judío, inseguro.
—¿Sí? Pues mátela… —Dice el padre, indiferente.
—¡No! —Exclama Indy, que no sabe a quien creer. —No lo haga.
—No temas, no lo hará.
—¡Haz lo que te dice, por favor! —Suplica Elsa.
—No le hagas caso. —Advierte su padre. —Es hija de usureros, y está acostumbrada a mentir, como todos ellos.
Indy, sucumbiendo a los encantos de Elsa, se deja engañar. Evidentemente, ella es judía tal como le había advertido su padre, y no tarda en traicionarle.

El resto de la película se pasó en un suspiro. Un conjunto de emoción y aventuras sin igual, manchado con los reiterados insultos al pueblo judío. Cuando terminó, me quedé pensativo un buen rato. Podría haber sido un gran clásico, un icono de los 80. Harrison Ford podría haber sido una gran estrella… y quien sabe, haber protagonizado Blade Runner en lugar de Tom Selleck. Tal vez se habrían rodado las otras dos películas de Indiana Jones… pero eso es algo que no sabremos nunca. El pueblo judío jamás podría permitir semejante insulto, y ellos controlan Hollywood en gran medida. George Lucas se equivocó al escoger al enemigo. Habría necesitado gente a quien todo el mundo odiara. Personas que pudieran ser los malos de las películas, sin miedo a represalias.

jueves, 6 de octubre de 2011

Acerca de Adolf

Tema: ¿Que ocurriría si no hubieran existido los nazis?
Autor:  Gemma Albi

Extracto de la entrevista del 15 de enero de 1955  a August Kubizek (músico y compositor)

Ah, quiere que le cuente cosas sobre Adolf, eh? Bien, no es la primera vez que me lo piden, no se crea…No en vano fui uno de sus mejores amigos. Y buen consejero, si me lo permiten. (risas)
Cuando nos conocimos, el lobo no era más que un jóven cahorrillo. Nos pasabamos las tardes saboreando los pequeños placeres de la joventud; leíamos fragmentos de historia y mitologia germana, nos contábamos nuestros males de amores o lanzábamos piedras a las familias de inmigrantes judíos... Esto último se nos ha criticado bastantes veces, sobretodo durante el clímax de fama de Adolf, pero no hay que sacar las cosas de quicio. Eran...eran juegos de chiquillos.
Por aquél entonces, Adolf no tenía una buena relación con su padre. No la había tenido nunca, en realidad. Él queria a obligarle a seguir sus pasos, a ser un buen funcionario público, y en consequencia, Adolf se rebeló como un estudiante pésimo. Estaba convencido de que su vida debía dedicarse única y exclusivamente al arte. Y sin embargo, cuando quiso entrar en la Academia de Bellas Artes de Viena, resulta que no fue aceptado, quién lo iba a decir. Dos veces le rechazaron, DOS!  Por suerte, el tiempo ha demostrado que el talento artístico de una persona no puede medirse en base a mediocres pruebas de aptitud. 
Esa negativa por parte de la escuela de bellas artes  haria nacer en Adolf un sentimiento de rabia y frustración que le perseguiria durante mucho tiempo, pero no consiguió aplacar su deseo de crear. Se quedó en Viena mientras yo estudiaba en el conservatorio y consiguió ir tirando a base de los cuadros que iba pintando. El año...trece... si, trece, nos trasladamos a Munich, donde no tardamos en separarnos. En cuanto empezó la guerra, decidió que era hora de darlo todo por su pais. No hubo manera de hacerle cambiar de opinión. Ni siquiera sirvió de nada que le recordara que hacía menos de un año le habían declarado no apto para el servicio militar. ( risas) Menudo cabezota!
Los de la guerra fueron años terribles para Adolf. No cabe duda de que se esforzó tanto como pudo. En las pocas cartas que me mandó desde el frente, me contaba cómo ponía todo su empeño en esa guerra, en servir con orgullo a su pais. Pero parece ser que sus compañeros no opinaban igual. Se desesperaba con su apatía generalizada y ellos a cambio, le trataban con frialdad y se reian de él a sus espaldas. Nadie quería luchar en el frente, a parte de él. En un lugar donde todos se sentían desgraciados, él era un bicho raro. 
La derrota de Alemania el 1918 le hundió del todo. Todo en lo que él creía se había ido al traste. Primero la escuela de Bellas Artes y ahora Alemania misma le habían decepcionado. Le invité a venir a Berlin conmigo con intención de levantarle los animos. Por aquél entonces yo estaba metido de lleno en las nuevas corrientes artísticas y filosóficas que recorrian el pais. A muchos nos llamaban nihilistas por aquél entonces. Y que íbamos a ser, si tan pocas cosas parecian tener sentido a nuestro alrededor... 
Adolf tardó en dar señales de vida. Me decía que había que hacer algo con el pais, que Alemania tenia que volver a resurgir de sus cenizas. En ocasiones parecia que se iba a meter incluso en política. Imagínese, un artista en el poder! Menuda se hubiera armado! (risas)
Al final, aceptó mi invitación. Intenté que se distrajese, que saliera. Le presenté un montón de compañeros, muchos de ellos relacionados con las nuevas tendencias artísticas que empezaban a florecer. Volver a tomar contacto con el mundo del arte y, sobretodo, encontrar una corriente que proclamaba abiertamente que el el criterio de la Academia de Bellas Artes estaba totalmente obsoleto, le hizo cambiar de actitud. Poco a poco, su temperamento volvió a equilibrarse. Se encontraba cómodo en el ambiente Dadá. Podía dar rienda suelta a su imaginación y liberar de una vez todas aquellas frustraciones con las que había cargado tanto tiempo. Se reía de los artistas más clásicos y de la nación alemana en pleno, que les había llevado a aquella situación de humillación absurda ante toda Europa. A todos les gustaban los discursos de Adolf sobre la necesidad de un cambio de las concepciones artísticas, de echo su libro Kampf, Dampf, Gedämpf ( adaptado al español como lucha, ducha, trucha) fue traducido a más de seis idiomas. Adoraban la manera en que defendía los cuadros que pintaba, ya fuesen salchichas, señoras rubias gordas comiendo pretzels, u ovejas y cerdos de ojos azules y pelucas rubias saltando a la comba. Fueron buenos tiempos, aquellos!. 
Un tiempo después, cuando el movimiento dadaista berlinés se decantó peligrosamente hacia el marxismo, Adolf empezó a incomodarse, puesto que no compartia para nada ese tipo de ideas. No queria ser confundido con un comunista cualquiera, tenia demasiada identidad propia. Además, parece ser que algunos de sus compañeros dadás le acusaban de ser demasiado egocéntrico y querer siempre ser el centro de atención en entrevistas y en los medios en general. Ante este panorama, y habiendo cosechado exitosas críticas en sus exposiciones en Berlin, decidió marcharse y probar suerte en Nueva york. Allí,  conoceria otra de sus grandes influencias. Me estoy refiriendo a  Marcel Duchamp, por supuesto.
Entre ellos surgió enseguida una gran amistad, era inevitable en dos mentes inquietas como las suyas. Su relación tuvo bastantes altibajos, es verdad, pero admitámoslo ¿qué buena amistad no los tiene? Juntos crearian muchas cosas. La serie de fotografias ''bigote que huye'', por ejemplo, tuvo un éxito rotundo en todo el mundo y hasta grabaron aquella película en donde salían ambos desnudos , con cascos y botas militares, agarrados a sus genitales como si de verdaderos fusiles se tratara. (risas) Qué no se les podria haber ocurrido a ese par! Desgraciadamente, cuando Duchamp prefirió invertir su tiempo en los campeonatos de ajedrez, empezaron a distanciarse. Adolf, más centrado, empezó a dedicarse a la publicidad y el diseño.

Uno de sus últimos trabajos, las conocidas letras de Frankfurt, que distinguen a todos los restaurantes que sirven esta especialidad alemana, creo que nos da la clave para entender la trayectoria de Adolf. Un enamorado de Alemania, rechazado por su amada, dolido, pero hasta cierto punto cariñoso con ese vago recuerdo del pais que tanto ha amado, devolviéndole una y otra vez al lugar que le vió nacer y crecer y luchar. Como un ciclo que empieza y se acaba.

Si me pregunta qué fue para mi Adolf,  deberé responderle: mi amigo. Al margen de todas las cosas que se puedan decir de él, de su vida, de sus excentricidades y su ego, Adolf fue sobretodo, mi amigo.

martes, 4 de octubre de 2011

Volvemos!

Debido a diversas interferencias con eso que algunos llaman "el mundo real", nos hemos visto obligados a ausentarnos unos cuantos días, pero ahora volvemos a la carga... ¡Porque toca cambiar de tema! Así que id estrujando vuestros cerebros porque esta vez nos vamos a preguntar...

¿Que ocurriría si... no hubieran existido los nazis?


Recordad que todos podéis participar, solo tenéis que enviar vuestro relato a queocurririasi@gmail.com

miércoles, 31 de agosto de 2011

Reflexiones

Tema: ¿Que ocurriría si un zombie mordiera a un vampiro?
Autor: Artur Martínez Majado

Las ocho de la noche.
Una vez más, la misma rutina de siempre. Salimos a la calle y deambulamos. Durante horas. Hasta que sale el sol. Cada día la misma ruta. Cada día de mi maldita vida es exactamente igual que el anterior, y que el siguiente. No se dan cuenta, estos zánganos descerebrados, que los humanos ya saben por que calles nos movemos, y a que hora pasamos por ellas? ¿Porque se conforman con esta vida monótona, y, a la larga, falta de sentido? Tal vez, cuando les prometieron la inmortalidad, no les advirtieron de que, con su alma, se llevaban también su conciencia.

No. Nadie les prometió nada. Simplemente, como yo, fueron sorprendidos por una horda de cadáveres, cadáveres con capacidad de movimiento.
Uh...esto es lo que más me reconcome el cerebro (si es que aun tengo de eso). ¿Que impulsa los movimientos de mis compañeros? No son movimientos impulsivos, sus sentimientos volaron con su alma. Tampoco piensan lo que hacen, su conciencia desapareció en el momento en el que el moho cubrió el córtex de su cerebro. Tampoco se mueven por el hambre. Los zombis no nos movemos por hambre. Es decir, somos inmortales, no moriremos de inanición. No hay ninguna razón para que hagan lo que hacen. Simplemente, lo hacen. Y yo también era así.
Lo era hasta el día que mordí a ese tipo era así. Bueno, eso lo supongo. No recuerdo nada de mi vida de zombi. Y no recuerdo mucho de mi vida antes de ser zombi. Solo tengo recuerdos inútiles, sobre la comida humana, y otras cosas intrascendentales. Mi primer recuerdo claro es la de ese hombre que, a causa de mi mordedura, sangraba por su brazo derecho, mientras con el izquierdo me apartaba la cara, justo antes de, entre varios reniegos contra mí, salir volando. Literalmente, ese tio voló. Una de las pocas cosas que recuerdo de mi vida humana es que no podía volar. Yo ni ningún otro humano. No, claramente,el no era humano. Era algo peor. Tampoco lo he visto por la muchedumbre de cuerpos inconscientes de la que formo parte, con lo que debo obviar que el virus (o lo que sea lo que se lleva la vida de una persona, una vez recibe nuestra mordedura, dejando solo una carcasa móvil) no le ha afectado.
Pero el a mi si que me ha afectado. Es como si mi cuerpo sacará de su sangre algo más que las proteínas de siempre. Algún elemento que se incorporara a mi sangre, que la hace circular más rápidamente, y o que es más importante: no solo he dejado de pudrirme, sino que la putrefacción esta retrocediendo, aunque lentamente. El rato en que no doy vueltas con mis compañeros, Lo he usado para aprender a leer y a escribir. Algún día, tal vez, mi piel recupere color, y pueda volver con los humanos, y así poder explicarles como evitar a este montón de carne putrefacta que, de momento, son mis camaradas. Acabo de recordar esta palabra. Camaradas. Cada vez que recuerdo una palabra me siento más y más contento. No sabéis la ilusión que da recuperar algo que sabías que estaba perdido. Pero, seguramente, mientras fui zombi mate a mucha gente, por lo que hay algo que no podré recuperar: mi humanidad.

viernes, 19 de agosto de 2011

El ermitaño

Tema: ¿Que ocurriría si un zombie mordiera a un vampiro?
Autor: Mireia Garcia

Mi nombre es Pierre. Nací hace ya más de 50 años es un pequeño pueblo en Haití.

Mi padre era diplomático y mi madre profesora de francés en Puerto príncipe. Estudié en las mejores universidades que mis padres pudieron pagarme, y me licencié en antropología a los 25 años. Siendo haitiano de nacimiento (aunque fu educado en las costumbres francesas del país de origen de mis padres), opté por especializarme en cultura indígena y así conocer más de las costumbres del país que me dio la vida.

Sé que no comprenden el motivo que me lleva a contarles mi vida, pero les aseguro que es necesario ponerles en contexto antes de relatarles las serie de casualidades que me han llevado a la situación actual.

Retomando mi relato, en esos tiempos estaba apunto de presentar mi tesis sobre las costumbres y supersticiones más profundas de la isla cuando, inesperadamente, una de las mujeres con las que había trabajado anteriormente, me ofreció a participar en una ceremonia sagrada.

Acepté sin dudarlo, era mi gran oportunidad!

Iluso de mí poco sabía que allí empezarían mis problemas.

La ceremonia (cuyos detalles y descripción pueden leer en el dossier titulado “Vudú, entre la magia y la superstición”), estaba compuesta por un pobre hombre, atado, al que se le pretendía convertir en zombi y un brujo o gurú que daba vueltas alrededor suyo, como si estuviera invocando algo. Una mala palabra en un mal momento, provocó una alteración del ritual que acarreó desastrosas consequencias.

Sí, señores, yo acabe convertido en zombi. y poseído por una rabia inconsciente les devoré a todos. No dejé a nadie con vida.

Ser zombi es terrible, ya que te mantiene en un estado de semi-muerte en la que la consciencia y la memoria, quedan enterradas bajo un cúmulo de sentimientos primarios.

Durante años vagué junto a otros zombis que habitaban la zona, alimentándonos, avanzando inconscientes, como una jauría de perros hambrientos. Sólo podía pensar en cerebros vivos y jugosos. Sólo quedaban instintos primarios. Comer y andar. Andar y comer.

Se preguntarán cómo puedo escribir de forma tan coherente si solo queda una sombra primitiva de mi ser.

La respuesta es un cadáver.

Me explicaré. Haití puede parecer una isla relativamente pequeña, pero sus habitantes conocen las costumbres zombis a la perfección, así que a veces recurríamos a cadáveres encontrados en los cementerios. Uno de los cadáveres que elegí para devorar estaba extrañamente frío, pero el ansia de comer me pudo y me lo comí entero, sólo quedaron los huesos.

Tenía la cara roja, sangrienta y me sentía bien, saciado.

Poco sabía que lo acababa de comerme era un vampiro, un no-muerto.... poco a poco su sangre se apoderó de mí y poco a poco la consciencia volvió a mi cuerpo. La sangre se apoderó de mis organos atrofiados y les devolvió algo de vida, de la vida artificial que hace mover a los vampiros. Un zombi es un cuerpo vivo en un ser muerto y los vampiros son lo contrario, así que al alimentarme accidentalmente de uno, pude recuperar mis recuerdos, mi cerebro, y mi consciencia. Al momento tomé consciencia de mi.

Era Pierre, el antropólogo y mi gran oportunidad estaba justo delante de mi. Sólo tenía que recuperar mi tesis, ampliarla y presentarla. Sería un genio!

Pero las cosas no salieron como yo pensaba.

Tantos años de zombi, me habían dejado una piel putrefacta y asquerosa, uno de mis ojos se salía de su cuenca y me faltaba parte de la cara. Cada vez que intentaba acercarme a un pueblo civilizado, sus habitantes me recibían a escopetazos.

Intenté volver con mi gente, pero mi cerebro recuperado e hidratado era demasiada tentación para ellos e intentaron comérseme en cuanto intenté saludarles

Tampoco tenía lugar entre los vampiros, había matado a uno de ellos, era su enemigo. Además mi afición por comer carne muerta les asqueaba de mala manera.

Y lo peor, es que desde que me comí a ese vampiro, no tolero la luz del sol...

He aquí mis desgracias, ya no pertenezco a ningún lugar, no estoy ni vivo, ni muerto, ni no-muerto ni no-vivo. Lo soy todo y nada, soy el ser más desgraciado de la tierra. Yo era tan feliz siendo un zombi, pero no lo sabía, porque mi cerebro estaba atrofiado. Pero ahora lo sé. yo era feliz, solo comer y andar, andar y comer, nada mas...

Me he recluido en esta cabaña, a la espera de la muerte por inanición, es mi única salida.

Mientras espero mi destino, he tenido tiempo de recolectar mis notas, y terminar mi tesis.

Si alguien encuentra estos textos, no los desprecie. son mi memoria y todo lo que queda de mi recuerdo. Todos estos papeles son lo que queda de Pierre, el ermitaño.

jueves, 18 de agosto de 2011

Degradación


Tema: ¿Que ocurriría si un zombie mordiera a un vampiro?
Autor: Luis Guallar

Los últimos rayos del eterno antagonista de mi estirpe, el astro rey, se desdibujan en el lienzo que es el firmamento, cada vez más oscuro. La sombra lo cubre con prontitud y la noche, fría y silenciosa amante de mi gente, me acoge en su seno, me abraza, y me desvela. Aparto la tapa de la que, tiempo atrás, creí mi última morada, con el ansia de ese dulce néctar que es la libertad, libertad que tan solo la muerte en vida puede otorgar. Soy un vampiro, un no-muerto, efigie de la perfección que tanto anhela la patética criatura humana, el acto definitivo de rebelión contra un Dios agonizante.
Antes de salir de caza, observo mi antebrazo, apenas cubierto por los jirones de lo que había sido la manga de mi elegante abrigo. La herida que tan despreciable criatura, carroña entre la carroña, me produjo la noche anterior, ha desaparecido por completo. Insultado, ultrajado… así me siento cada vez que lo pienso. Y es que si el vampiro, que se ha desprendido de la mortalidad del hombre pero aun así conserva la esencia y la fuerza de su espíritu, es la culminación de la perfección tanto física como mental, el zombie es el reverso de la moneda: tan solo la vulgar carcasa de la degradación, el recuerdo de la mortalidad humana, sin ninguna de las virtudes inherentes a la mente. Que tal criatura me mordiera en un imperdonable descuido por mi parte, por lo tanto, es una falta a mi honor. No obstante, la herida se ha curado. Tengo mejores cosas que hacer que preocuparme por eso. Junto a mi ataúd hay un viejo armario. Arrojo a un lado el destrozado abrigo, y me pongo otro en buen estado. Me miraría en el espejo para ver como me sienta, pero es inútil. De todos modos, conozco la respuesta.
Salgo a la calle, sumida en la oscuridad. Es mi dominio, el coto de caza de los míos. Como cada noche, busco la belleza de una joven humana. La sangre es sangre, pensarán algunos, pero yo lo veo de forma diferente. La muerte es mi regalo, la liberación de la atadura de tan breve existencia. Por eso busco la belleza, y no dejo que se marchite. Recorro calles apenas iluminadas por las farolas, hasta que encuentro a una víctima perfecta. Es hermosa, y joven. Camina sola, despreocupada. Me acerco, despacio. Ella se gira, y me extraño. Normalmente no me oyen venir. La saludo educadamente, y ella sonríe. Soy atractivo para ella, lo se. Lo soy para todas. Pero dispongo de otros trucos por si eso no es suficiente, aunque casi nunca los necesito. Le hablo, halago sus ojos y sus labios, y ella se ruboriza. Puedo oler su sangre bajo la piel de sus mejillas. Tengo sed, pero me contengo. Aun no. Esperar es parte del encanto de este juego. Mientras paseamos, ella arruga la nariz y dice que algo huele mal. Yo no noto nada, y eso que mi olfato es mucho más sensible que el suyo. No importa. Sin que se de cuenta, me la llevo a un callejón oscuro. Cuando nos acercamos, ella se preocupa y comienza a inventarse excusas, pero yo no me rindo fácilmente. Me pongo frente a ella, y le lanzo una de mis miradas hipnóticas, pero algo falla y ella grita. Le tapo la boca con la mano, mientras me pregunto que ha salido mal… ¿Es porque ahora un ojo me cuelga del nervio? No recuerdo si siempre ha estado así, o es algo nuevo. Da igual, tengo que hacer callar a la chica. Le susurro cosas al oído, y le lamo el cuello. Muerdo, y comienzo a chupar su sangre. La noto rara, como más liquida de lo normal. ¿No era más espesa? Finalmente la dejo seca, pero no estoy satisfecho y quiero más. Así que salgo del callejón, sin molestarme en esconder el cuerpo, y me voy en busca de otra tía, y encuentro otra que también parece muy guapa, aunque ahora eso ya no me parece tan importante, porque yo quiero sangre y nada más. A esta no la intento hipnotizar y me lanzo sobre ella y le doy un gran mordisco. Chupo y chupo sangre, pero también es muy líquida y yo quiero que sea menos líquida y que tenga más sabor porque no tiene sabor. Me estoy enfadando porque las tías tienen la sangre sosa y busco a un hombre y si está gordo mejor porque a lo mejor tiene mas sangre y encuentro uno y lo muerdo pero su sangre parece agua así que muerdo un poco de carne a ver si así esta mas rica y me gusta. Todo el mundo grita y me señala pero eso es porque soy un vampiro y los vampiros somos los mejores y somos guapos y todos quieren ser como yo aunque creo que se me va a caer un brazo pero me da igual porque me queda el otro con el que cojo fuerte al gordo. Tiene una barriga muy grande y la quiero comer porque hay mucha carne rica pero está cubierta por una cosa de esas con botones y la voy a arrancar pero creo que aprieto demasiado porque sale mucha sangre. Palitos grises asoman de la carne y yo quiero chupar.
Tengo hambre.
Carne rica.
AaaaaaAAaaaaAAAAAjhhh!!!!! Hambre, tengo hambre OOOOOOoooooooooouHHHhhhhhmmmMM!!!! Uuuuh uuuuuh!
Sol. Pica. Duele. Corro. Orf. Auh. Espero. Oscuro.. Ooooooooouuuuuuuuuuhhhhhh… ooooooooooooooouuh…
Ieeeeeeeeeeeh!!!!! AaaaaaaaAAaaaaaaaaaAaaaa!!!!
Eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeh!!!
Arf!! GrooooooOOooOOOooOOOOOOOOrff….
Grum Grum…
EEeeeeeeeEEEEEEEEeeeeeeeeeeeghhhh!!!! OOOOOooooooh!!!!
Uuuuuuuuuuuuuuuuuuuugh!!!!!!
Cerebro…

martes, 16 de agosto de 2011

Estanislau

Tema: ¿Que ocurriría si un zombie mordiera a un vampiro?
     Autor: Gemma Albi

Estanislau olisqueó el líquido que contenía la copa que le ofrecía el joven encapuchado de su derecha. Alcohol y algo más. Probablemente grosella, dado el color de la mezcla, aunque no habría podido decirlo con seguridad. Aquél lugar estaba invadido por un hedor que lo cubría todo y atrofiaba sus sentidos habitualmente agudos. Dudó. No le apetecía nada todo aquello. De hecho, desde que el incidente había sucedido, había tenido que hacer muchas cosas que no le apetecian. Y ahora estaba allí, enmedio de aquél lugar infecto, rodeado de completos desconocidos, a punto de tragarse un estúpido cóctel, que ni siquiera era...Ah! ¿O de eso de trataba? A lo mejor había dado con la respuesta. Con un gesto de superioridad y desprecio del cuál se sintió muy orgulloso, apartó la copa de si, y derramó su contenido.
 
-No es auténtica, no es sangre auténtica- declaró.
 
Algunos de los chicos que le rodeaban se miraron, sorprendidos. Una de las chicas, la de los hermosos bucles dorados que contrastaban con unos feos tatuajes de calaveras y monstruos que le cubrían prácticamente toda la piel a la vista, sonrió y cuchicheó con su amiga, la del maquillaje excesivo. ''Quizá debería cuidar más mi estilismo'' -pensó- ''Los polvos para acentuar la palidez parecen lo más de moda, los pinchos y el cuero, sobretodo el cuero''. De repente, algo distrajo su atención. El olor era cada vez más intenso, más fétido; cada vez más cerca, más insoportable.
 
-Oh, por favor! Que cojones es este olor? -dijo- Oléis eso? Qué es?
 
Se había infiltrado entre ellos con sorprendente facilidad. No parecia tan distinto a los demás. A lo mejor un poco más dejado, menos hablador...Sólo se dieron cuenta en el momento en que sin previo aviso, le mordió el brazo a uno de los hermanos y se llevó con él parte de su tríceps. Un zombie. El pánico cundió entre la hermandad vampírica. Estanislau no conocía el protocolo a seguir en este tipo de casos y desgraciadamente, nadie tuvo la amabilidad de detenerse a contarselo. Todos corrían de un lado a otro entre gritos de pánico en un sinsentido sin precedentes. Soltando maldiciones, Estanislau se escabulló y buscó refugio detrás de un árbol cercano. Intentó calmarse y pensar con serenidad. Trató de recordar todos los episodios de Buffy cazavampiros que había estado viendo para culturizarse. ¿Eran los zombies enemigos de los vampiros? ¿ Podían afectarle a uno? ¿Y si era así, de qué manera? Maldita sea! No conseguía recordar nada. Cada vez que se concentraba mínimamente, los gritos de terror y dolor de sus camaradas chupasangres conseguían enervarlo hasta dejarlo completamente en blanco. ''Joder, precisamente tenia que presentarse ahora! Ahora, que había encontrado un agarradero, una comunidad... Hubiese podido acostumbrarme, encajar, hacerme un lugar, esas cosas se me daban bien...

AAAAAAAAAAAAHHHHHRGGGGGGGGG!!

  - MECAGÜENLAPUTA!!! - Ya estaba harto de que los acontecimientos arrastraran su vida. Hasta ahora todo había estado siempre bajo su control. Él había tenido el control de su vida. Uno labra su propia suerte. Estanislau abandonó su escondrijo y se dirijió con paso firme hacia el ente no muerto.
 
-Oye tu!
 
El zombie estaba en cuclillas y golpeaba la cabeza de un melenudo con gabardina con los nudillos, de la misma manera que cuando uno va al supermercado, quiere hacerse el entendido golpeando los melones para saber si están en su punto. Si había oído a Estanislau, no lo demostró.
 
-Si, si, contigo estoy hablando. No pienso correr como los demás. Si quieres que te diga la verdad, estoy harto de todos vosotros y el rollito este de raritos que os traeis. Hasta la semana pasada yo era una persona completamente normal. Con un buen par de másters y un prometedor futuro profesional. Que to sepa, no os he pedido a ninguno que me metais en en vuestros asuntos de frikis.
 
El zombie indagaba en las orejas del melenudo, al que había arrancado la cabeza para más facilidad de transporte, buscándo a saber qué. De nuevo hizo caso omiso del jóven vampiro.
 
-Maldita sea! Hablo contigo, no me ignores! - Mientras decía esto, le propinó un patada en la cara, que hizo que la oreja que tenía a medio colgar, se perdiera definitivamente. Esta vez sí, el zombie se dió por aludido. Le agarró un pié y empezó a mordisquearlo.
 
-Pero tío! ¿Que pasa contigo? - Estanislau empezó a forcejear pero el cadáver andante se agarraba a él con sorpredente vehemencia - Suelta, bicho! No seas imbécil, que las botas son nuevas! Y caras! Mierda!

 Después de un fuerte tirón, consiguió deshacerse del monstruo, que perdió un brazo por el camino. Tras un breve instante, se levantó y escupió lo que acababa de morder. Parece ser que Estanislau no era de su gusto. Buscó su brazo e intentó recolocárselo sin éxito. Poco después, redescubrió la cabeza del melenudo y siguió con su investigación, como si nada hubiese sucedido.
 
Estanislau observaba la escena desde la distancia pero su mente estaba lejos de allí. Había vuelto a perder. Bajó la mirada para poder ver el desaguisado. Para su desgracia, sus botas ya no estaban precisamente intactas, y le habían desaparecido un par o tres ( entre la sangre no lo distinguía bien) de dedos de los pies. Suspiró profundamente y empezó a andar arrastrando los pies en dirección a la parada del bus nocturno.

-Mierda de semana.

Sacó su teléfono de última generación de su bolsillo, se conectó a internet y tecleó en el buscador: vampiro + zombie.

lunes, 8 de agosto de 2011

...cambiásemos de tema?

Bueno bueno, el calor del verano tal vez nos haya hecho estar un poco lentos... ¡pero no por eso estamos inactivos! Por eso, y después de haber podido leer unos cuantos relatos interesantes, ha llegado la hora de que cambiemos de tema... y como el verano es una época donde no apetece ponerse demasiado filosófico, pasaremos a algo un tanto mas.. ¿ligero? Bueno, depende de como queráis enfocarlo, porque la pregunta de este mes es...
¿Que ocurriría si un zombie mordiera a un vampiro?

Recordad que si queréis participar podéis enviar vuestros relatos, dibujos, etc.. a queocurririasi@gmail.com, así como sugerencias para nuevos temas. ¡ Animaos a participar!

miércoles, 27 de julio de 2011

El fin del mundo

Tema: ¿Que ocurriría si supiéramos de antemano la fecha concreta del fin del mundo?
     Autor: Guillermo Gonzalez



“Me pregunto cuántos años hacía que no miraba las estrellas. Se me había olvidado, pero ahora, mirando la inmensidad del Universo, me doy cuenta de lo poco que importa todo.
Especialmente ahora, a unas horas de que todo termine.”

Todo empezó hace cuatro días, por la noche.
Un avance informativo que interrumpió todas las emisiones a nivel internacional.
Los presentadores de las noticias, algo alarmados dieron paso a una conexión con el presidente de los Estados Unidos, que mucho que le pese a la gente, parece ser el rey del mundo...

El presidente de turno, enviando un mensaje de unidad y apoyo.
Muy conmovedor.
Por mucho que cambiaba de canal, ahí estaba ese señor hablando de humanidad y solidaridad.

Entonces el traductor simultaneo se calló inmediatamente.

Y titubeando retomó su labor.

El Fin del Mundo.

En cuatro días todo lo que conocíamos se acabaría.
Bastante absurdo; sin embargo me preocupó que “el rey del mundo” estuviera interrumpiendo todos los canales de TV del globo por una broma.
Apeló a una nueva teoría reciente sobre el universo, su nacimiento y expansión; y efectos cíclicos de este. Sin embargo no se molestó mucho en especificar nada. Dijo que habían investigado todo lo posible antes de dar la noticia; de cerciorarse que era verdad, y que todo apuntaba a que si.

Retomó el hilo de unidad, solidaridad y esas cosas que tanto les gusta a los políticos y siguió así por un rato.
Esperé a ver si reanudaban la película, pero no fue así.
La señal se cortó.
Algunas cadenas continuaron con sus emisiones, otras no.

Me fui a dormir.

Me levanté temprano, para ir a trabajar.
No había luz.
Me tomé mi café con leche frío y miré por la ventana.
¿Qué demonios?

No había mucha gente por la calle, y la que había corría de un lado para otro. Los escaparates de las tiendas estaban rotos, algunos con coches empotrados.
La circulación estaba toda interrumpida a causa de los coches amontonados de cualquier manera a lo largo de las calles, y ni una sola luz, tan solo el amanecer.

“Es cierto, el mundo se acaba...”

Fui a trabajar, pero aquel día no llevaba mi maletín.
Llevaba un bidón de gasolina.
Nadie se percató.
Entré al enorme edificio de oficinas, parecía abandonado. Subí por las escaleras hasta llegar a la tercera planta.
Tenía la esperanza que estuviera cerrado.
Sin embargo, como me temía, no fue así.
Allí estaba ella, “la jefa”, corriendo histérica de un lado a otro.
Se me quedó mirando y tan solo se le ocurrió decirme que no había luz, que el sistema no iba, que teníamos pérdidas.
Odiaba a esa mujer, sin embargo sabía que tenía familia, y me parecía cuanto menos, descortés acabar con su vida.
Me fui a su despacho, sin decir nada.

Me miraba desde el vestíbulo.

Entré en el despacho y me acerqué a su abarrotada mesa llena de papeles.
Empecé a remojarlo todo con gasolina.
Entró toda desquiciada al despacho gritando; la ignoré por completo.
Saque un pitillo, y lo encendí.

Le tenía mucho cariño a ese mechero, tenía un gran valor sentimental.
Pero el mundo se acababa, y un mechero no me iba a salvar.



El fuego se propagó rápidamente por todo el edificio.
Un espectáculo digno de admirar que contemplé desde el banco de un parque que había cerca.

Cuando me cansé de los fuegos artificiales volví para casa.
Sin embargo, por el camino fui placado por un maleante que me lanzó al interior de una tienda.
Forcejeamos y él sacó una navaja. Agarré como pude lo primero que pillé y empece a atizarlo. Me libré de él, se retorcía de dolor, supongo que es normal si te clavan un palo de escoba en un ojo.

Aquel hombre herido se levantó y empezó a lanzar cuchilladas en mi dirección.
No me quedó más remedio. Lo molí a escobazos.

Cuando dejó de moverse sentía mariposas en el estómago. Era emocionante.

Atroz, y emocionante.

Era el fin del mundo.



Llegué a casa con mi nueva escoba. Por el camino la gente se había ido apartando de mi, tal vez se debiera a mi feroz mirada de persona liberada, o a las salpicaduras de sangre sobre mi camisa, no lo sé.

Ya en casa hice inventario en la cocina.
Bueno, por lo menos llegaría al fin del mundo bien alimentado.
No había agua corriente.

Me aseguré de que la puerta estaba bien cerrada y bajé las persianas.
Era todo muy confuso.
Me fui a dormir un rato.

Me despertaron unos martillazos que hicieron retumbar el edificio entero.
Acojonado corrí a mirar por una rendija de una ventana para ver qué coño pasaba fuera.

La calle estaba abarrotada de gente lanzando cosas... ¿al ejército?
¿En qué momento el ejército había a aparecido?

Supongo que para imponer algo de orden en medio de tanto caos...
Pero la gente no parecía dispuesta a hacer como si no ocurriera nada.
La verdad es que parecía que estuviéramos en guerra.

La masa de gente se iba silenciando y parecía que declinaba cuando de repente un coche salió de la nada a toda velocidad hacía los militares. Se llevó por delante a unos cuantos y se estampó contra los edificios.

La muchedumbre vitoreó la hazaña y a los pocos instantes un montón de conductores kamikazes empezó a abalanzarse contra esos pobres desgraciados con uniforme, que empezaron a disparar en vano mientras se los llevaban por delante.

“Me estoy olvidando de algo importante”

Estaba la muchedumbre avanzando hacia los atemorizados soldados que quedaban cuando de repente hubo una explosión, y gente volando.

Artillería. Cañones. Tanques.

Empezaron a disparar a diestro y siniestro.
Ese era el ruido que me había despertado.

La muchedumbre de diseminó por todas partes. Algunos huían sin más, otros se resguardaban en los edificios. Pero el ejército avanzaba sembrando destrucción, sin importar nada. Dispararon contra mi edificio.
El suelo se estremeció y gimió.

¿Porqué no decirlo? Me cagué vivo.


Cogí una mochila y metí todo lo que se me ocurrió, comida, botellas de agua, cuchillos.
Cogí mi escoba y salí de casa.
Corrí entre la multitud, dirección a ningún lugar.

Estaba anocheciendo.

Cansado de correr, me detuve e intenté meterme en algún sitio, sin embargo no era bienvenido en ningún sitio, y todo estaba a rebosar de gente.

Me metí en el metro, lleno de gente también.
Mal sitio para pasar la noche; demasiada gente sospechosa en la estación.

Bajé a las vías y eché a caminar.

Recorrí buen trecho de la línea de metro, rumbo hacia las montañas. Aprovecharía y saldría del caos de la ciudad.
Decidí que tal vez era mejor esperar el fin del mundo lejos del bullicio de la gente, solo.

Pero estaba muy cansado, así que metí en el primer metro que me encontré, parado en medio del túnel.

Estaba vacío, o lo parecía.

Pero tuve otro terrible sobresalto al encontrarme una mujer.
Me pregunto cual de los dos se asustó más.
Cuando recuperamos la respiración, nos echamos a reír.

Estaba asustada, como todo el mundo; y parecía buena persona.
Nos pusimos a charlar.
Conectamos rápidamente, tal vez fuera porque ambos estábamos solos en el mundo, desde antes de la noticia.
Se llamaba Elena, su pelo era castaño y tenía los ojos verdes. Tendría sobre los treinta años.
Tras mucho hablar de la situación de allí arriba y comer algo, nos dormimos.

Cuando nos despertamos, volvimos a comer. Ella llevaba buena cantidad de provisiones.
Y me preguntó sobre mis planes.
Dijo que vendría conmigo, no me pareció del todo mal.

Así que seguimos el túnel del metro hasta el final de la línea.

En la estación la gente nos miraba mal, y algunos intentaban quitarnos las mochilas.
Fue buena idea ir con mi escoba.

Sin embargo al final aquel grupo de indigentes decidieron actuar en grupo y tuvimos que huir.
Correr por las calles largo rato, hasta que se cansaron, o encontraron a otras víctimas a las que arrastrar bajo tierra.

Santo Cielo.

Como había cambiado la ciudad en tan poco tiempo.
Todo era caos y destrucción, edificios ardiendo. Basura por todas partes y…
gente muerta en la calle.

Nos pasamos el día caminando tratando de salir de la ciudad.
Durante el trayecto vimos como algunos se mataban entre ellos ( y luego venían a por nosotros, venga a correr), y como llovía gente del cielo.
Cuando descubrimos esta atroz manera de suicidio, el camino se hizo más complicado.

Había peligro por todas partes, de los edificios salía gente con palos y cuchillos, del cielo llovían personas y habían huestes demoníacas que provenían del metro.

Era todo demasiado absurdo.


Al caer la tarde llegamos por fin al bosque fuera de la ciudad.

El bosque de los murmullos.
A pesar de que no veíamos a nadie, parecía estar lleno de gente susurrante. Decidimos que esa noche haríamos turnos para dormir.

Mientras cenábamos bajo la protección de un enorme pino, ella me contó cosas de su vida.

Al parecer trabaja en una residencia de ancianos, que era un trabajo muy sufrido pero que la recompensaba sobremanera.

Me contó también lo que ocurrió la noche de la noticia. Todos los trabajadores tuvieron una reunión.
En ella tomaron tal vez una de las decisiones más difíciles de sus vidas.
Lo que estaba por venir era demasiado para aquellos ancianos desvalidos. Así que los dejaron durmiendo para siempre, en un gesto de humanidad que los desgarró por dentro.
Me contó como algunas de sus compañeras no pudieron soportarlo, y tras haber “dormido” a alguno de aquellos entrañables ancianos con los que compartía su día a día, se quitaron la vida. Una se fue al baño y no volvió a salir. Nadie se atrevió a ir a buscarla.
Otra de ellas se inyectó una dosis mortal de necesidad, para dormir junto sus queridos ancianos en medio de un mar de lágrimas.
Me contó que hicieron otra reunión al final.
Quedaban menos de la mitad. Y algo dentro de todos ellos había muerto.
Todavía de noche se fueron de la residencia, para no volver nunca más.

Entonces, en un mar de tristeza, Elena se durmió.

Aquella confesión hizo que me planteara muchas cosas.
Me acordé de mi familia. Hacia años que no sabía nada de ellos.

Me pegunto si en algún momento nos podríamos haber reconciliado.
Noté un agujero dentro de mí.
Saqué el móvil de la mochila. Lo había cogido por costumbre, aunque sabía que era inútil, que no me serviría de nada.
Sin embargo ahí estaba, mirando mi agenda de contactos.
Cuántas cosas por decir.
Llamé a casa.
Como era de esperar, no había línea, no había servicio, no había nada.

Solo el silencio.

Me pasé el resto de mi guardia enrarecido, tal vez en un cara a cara con lo que me quedaba de Humanidad.


Cuando Elena se despertó y empezó su guardia yo me eché a dormir.
No soñé nada, pero dormí bastante bien.


La luz del sol entre las hojas de los árboles me despertó.
Miré a mi alrededor, y no la vi.
Elena se había ido.

Miré y estaba mi mochila, me percaté de que no me faltara nada.

Y no, lo tenía todo. Pero me había dejado solo.

“Al menos, no me ha matado.”

El último día.

Seguía con la sensación de estar en un bosque encantado, así es que me adentré más en él hasta llegar a un enorme y antiguo roble.
Trepé por él, y me instalé en unas ramas a bastante altura.

Aquí ya no se oían los murmullos.

Decidí que pasaría el día aquí. Lejos del peligro.

Comí y trepé un poco más, hasta que pude ver por encima del bosque.

Una ciudad en ruinas.

Probablemente todas las ciudades del mundo estuvieran así.

Aquel fue uno de los días más aburridos de mi vida.
No quería moverme del árbol. Ya había tenido suficiente ración de locos, suicidas y psicópatas para lo que me quedaba de vida. Y por si acaso seguía con mi fiel escoba. El mundo se ha convertido en un sitio peligroso.

“Creo que estoy empezando a enloquecer...”

De vez en cuando se oían explosiones lejanas, amortiguadas por el suave murmullo de las hojas que se balanceaban con el viento.

Y así pasé el último día de mi vida, agarrado a la rama de un árbol como un mono...



Cae la noche.

Las estrellas salpican el cielo nocturno.
Juego a identificar las constelaciones.

Me pregunto cuántos años hacía que no miraba las estrellas. Se me había olvidado, pero ahora, mirando la inmensidad del Universo, me doy cuenta de lo poco que importa todo. Especialmente ahora, a unas horas de que todo termine.

“En el amanecer del cuarto día... bueno, realmente no llegará el amanecer” Esto es lo que habían dicho en aquella fatídica emisión.

Me pregunto como será. ¿Notaré algo?¿Dolerá?

Miro a la ciudad y veo un mar de llamas. Allí la gente sigue matándose los unos a los otros.

Supongo que en algunos lugares del mundo deben ser ajenos a todo lo que está pasando.

Me pregunto si ahora mismo no sería mejor vivir en uno de esos pueblos necesitados en los que apenas tienen comida, ajenos al mundo.
Seguro que ellos no saben nada.

Sus vidas acabarán como la de todos, pero al menos verán el Fin del Mundo.

¿Cuánta gente habrá muerto desde que dieron la noticia...?

Miro atrás y me siento frustrado.
Nada de lo que hecho ha servido para nada.
Si lo hubiera sabido habría estudiado lo que me gustaba, no lo que se suponía que tenía que estudiar.
Si lo hubiera sabido, tal vez le habría perdonado una cosa tan banal y seguiríamos juntos, queriéndonos, y podríamos desaparecer el uno al lado del otro.

Pero nada de eso importa ya.

Nada va a cambiar.

Hasta aquí hemos llegado.

Y aquí estoy, bajo el cielo nocturno encaramado a la rama de un árbol, esperando el Fin del Mundo.



Aunque no nos engañemos; todos sabemos que el mundo se acabó hace cuatro días.



domingo, 24 de julio de 2011

Mañana, cuando despierte

Tema: ¿Que ocurriría si supiéramos de antemano la fecha concreta del fin del mundo?
     Autor: Laura Serra



         Una vez más, como tantas noches hice en mi niñez,  cubro mi cabeza con las sábanas. Igual que los asesinos y los monstruos no pueden penetrar mi escudo, voy a estar protegida para cuando mañana ya no haya un mañana. Mi burbuja de tela va a protegerme del impacto, el calor de las llamas no me abrasará. Cerraré los ojos y dormiré y cuando despierte solo estaremos todos los que tuvieron la misma idea y yo. No sé si seremos muchos o pocos, pero tendremos que esforzarnos en construir un nuevo mundo a partir de las cenizas que quedarán de éste. Quizás debería mandar un mensaje a mi familia y amigos… No, esto es una prueba del universo, los débiles perecen y los fuertes sobreviven, o en este caso, los inteligentes.
Les echaré de menos… pero sé que lo superaré. Tendré que hacerlo, por el bien del nuevo mundo, porque los comienzos nunca fueron fáciles y alguien debe saber sobrellevar todo esto. Cuando los supervivientes lloren la pérdida de sus seres queridos, de todas las cosas que existieron, ¿quién les dará consuelo? ¿Quién les dará ánimos? Debo ser yo, ¿quién sino?
Porque todos los niños que ahora están durmiendo asustados bajo las sábanas, necesitarán a alguien que les guíe, que les enseñe a ser fuertes y a no rendirse, porque la tarea va a ser dura. Y tal vez yo sea la única adulta de éste mundo que ha decidido esconderse tras ese muro indestructible de ropa, tal vez no. Quiero pensar que no soy la única cobarde, pero la ventaja de ser así, es la alta probabilidad de supervivencia.
Cuando lleguen las llamas, cuando lo hayan arrasado todo y los niños y cobardes salgamos para ver nuestro nuevo hogar, ¿qué verán nuestros ojos? Solo puedo imaginarme un cielo anaranjado parecido al de un atardecer, pero todo a sus pies de color negro, restos carbonizados de edificios, montañas, coches, plantas, personas… con una suave brisa susurrando “ya ha pasado todo” mientras ondean las cenizas de un lado para otro.
Igual que un bosque cuando es abrasado y tarda años en recuperarse, en volver a tener la tierra fértil, sé que este no va a ser nuestro fin, resurgiremos como el ave fénix.
Mañana, cuando los niños lloren, cuando los cobardes se pregunten si no hubiese sido mejor morir, les diré que saldremos adelante. Somos la semilla que ha quedado enterrada bajo tierra y lucha por salir.
Nada va a ser fácil, pero lo conseguiremos.
Un nuevo mundo, una sociedad nueva, unas reglas nuevas.
Mañana, todo habrá cambiado.

miércoles, 20 de julio de 2011

La luz de su sonrisa

Tema: ¿Que ocurriría si supiéramos de antemano la fecha concreta del fin del mundo?
      Autor: Lara Castillejos


Él está a mi lado cuando nos enteramos. Dicen que es el fin, que el sol se está muriendo, y que se llevará la tierra con él. Yo no lo veo así. Creo que es ella, fiel amante, la que ha decidido que si él muere, ella no puede seguir existiendo en la fría soledad del universo. Al menos es así como yo me sentiría. A mi lado, tumbado en la cama, le veo a él, y sus ojos me dicen que él piensa igual. Le acaricio su rostro sin afeitar, y  su boca esboza una sonrisa que carece de humor. Vamos a morir. Oh dios, vamos a morir, y entonces esa sonrisa se apagará, del mismo modo que se va a apagar el sol. Y yo, como la tierra, no puedo vivir sin ella. No quiero vivir, sin el brillo de su sonrisa. Sus manos fuertes me sujetan el rostro. Sus labios me susurran al oído, vierten en ellos dulces mentiras que yo finjo creer. Su lengua saborea la mía. ¿Qué podríamos hacer, si no? ¿Qué es más sensato en un caso así? ¿Echarse a llorar? ¿Gritar? ¿Comenzar a saquear tiendas? Nada de eso servirá para nada. Solo quedan días. Horas. El final llegará, inexorablemente. No, hemos de aprovechar el tiempo. Por eso le beso apasionadamente, y dejo que sus dedos se pierdan bajo mi ropa, y que los míos hagan lo propio. Nos desnudamos el uno al otro, beso su pecho y su vientre. Acaricio su espalda, muerdo su cuello. Hacemos el amor dulcemente, en un intercambio de caricias, susurros y mentiras. Nos seguimos besando. Luego apoyo mi cabeza sobre su amplio pecho, y escucho su corazón, que late con tanta fuerza, que me parece imposible que se vaya a apagar para siempre. Durante un rato, nadie dice nada. Permanecemos en silencio. Luego, alzo la cabeza, y le miro de nuevo. Él vuelve a sonreír, de nuevo esa sonrisa sin la que no puedo vivir. Mi lengua saborea sus labios. Sus manos se apoderan de mis pechos. Me dice que no le quedan preservativos, y yo respondo que eso ya da igual. Ya no nos hacen falta, ahora que vamos a morir. Me gustaría pasar el resto de mi vida haciendo el amor con él, y tal vez sea lo que ocurra. Cuando terminamos, estamos bañados en el sudor del otro, con los dedos de la mano entrelazados. Nuevamente, nos besamos, y volvemos a susurrarnos mentiras. Me dice que me ama. Yo le digo que también. Me dedica nuevamente esa sonrisa.
Finalmente, me pregunta cuanto me debe. Yo poso un dedo en sus labios, y le digo que no lo estropee. El dinero ya da igual, le digo. Prefiero seguir fingiendo lo que no somos. El sol morirá pronto, y durante las horas de vida que nos quedan, quiero que me siga iluminando la sonrisa de un desconocido.

viernes, 8 de julio de 2011

El fin en red

Tema: ¿Que ocurriría si supiéramos de antemano la fecha concreta del fin del mundo?
      Autor: Gemma Albi


21 de noviembre de 2011, 22:16 h. A falta de exactamente 37 minutos 12 segundos para la llegada del fin del mundo, en algún lugar de España, alguien pone en marcha su ordenador.

Noticias más recientes (300+)

_________ y 24 personas más se han unido al grupo ''falta media hora para el fin del mundo, y sigo enganchado/a a Facebook''

 ________ se ha unido al grupo'' lo que más me entristece es que nunca podré llegar a ser una SEÑORA'' ; ''lo que más me entristece es que nunca podré llegar a ser Chuck Norris'' y ''lo que más me entristece es que nunca podré llegar a ser un Velociraptor''

_________ y 13 personas más asistirán al evento '' Juicio final''

_________ Compartió un enlace. George R.R. Martin confiesa que le alivia la llegada del fin del mundo porque no sabía cómo acabar ''Juego de Tronos''.
A ________  le gusta ''ponerse tetas para ver si San Pedro te ve con mejores ojos''

 Un último visionado a la trilogia del señor de los anillos #antesdemorir #Friki. A través de twitter

A ____________ le gusta ''invertir los últimos días de tu vida en planear lo que harás durante los últimos días de tu vida''.

A __________ le gusta ''beber como si no hubiese mañana nunca tuvo más sentido''

___________ ha compartido un enlace: Los establecimientos chinos seguirán abiertos hasta el último minuto. Algunos comerciantes no confian en la credibilidad de la llegada del fin del mundo y no quieren desperdiciar los grandes beneficios que se desprenderán de una noche como esta.
___________ He reído, he llorado, he soñado, he sufrido, he amado, he ganado , he perdido... Copia y pega esto en tu muro si has disfrutado de cada momento de tu vida.

_________ ha asistido al evento ''Última cena''.

A ______________ le gusta un enlace.  Llevo 7 años en un curro de mierda. Cuando esta mañana he leído la confirmación de la llegada del fin del mundo, me he cargado de energía para ir al trabajo, mandar a mi jefe a la mierda y decirle todas las cosas que me he estado callando durante este tiempo. Cuando he llegado me he encontrado un cartel en mi mesa que decía: No esperes verme más por aquí. Firmado: tu jefe.  ADV

_______________ se ha unido al grupo'' Por todos aquellos que nunca llegamos a saber lo que era la independencia económica''

A ______________ le gusta ''Señoras que pasan de la dieta de la alcachofa a la dieta de la morcilla ante la inminente llegada del fin del mundo''

__________ se ha unido al grupo '' Yo también debí haber creído a Paco Porras cuando pronosticó el fin del mundo en el plató de Sálvame''

jueves, 7 de julio de 2011

Las últimas horas de Horacio Castañeda

Tema: ¿Que ocurriría si supiéramos de antemano la fecha concreta del fin del mundo?
Autor: Luis Guallar

Parece mentira como, en pocos minutos, un día cualquiera puede dar un giro inesperadamente dramático y convertirse en punto de inflexión para la vida de un hombre; eso es, al menos, lo que le ocurrió a Horacio Castañeda un martes cualquiera, alrededor de las diez de la mañana. Aquel parecía que iba a ser un día normal, uno como tantos otros, pero dos noticias que llegaron de forma casi simultánea le cambiaron la vida para siempre. Todos hemos visto alguna película donde, llegado el momento, un personaje le decía a otro eso tan manido de “Tengo una buena y una mala noticia… ¿Cuál quieres oír primero?” Pues bien, a Horacio Castañeda nadie le dejó elegir.
Aún en pijama, y sentado frente al televisor, Horacio Castañeda se acababa de tomar su café con leche y daba buena cuenta de la última magdalena del desayuno, mientras veía un horrible y aburrido debate matutino cuyo presentador resultaba sospechosamente tendencioso; a su lado le esperaba un periódico abierto por la sección de ofertas de trabajo. Esa, creía él, iba a ser toda su ocupación aquella mañana, cuando de pronto sonó el teléfono. Y ahí estaba la primera noticia del día: después de meses buscando trabajo sin demasiada suerte, por fin lo llamaban para una entrevista. ¡Una entrevista! ¡Y de lo suyo, además! Tras quedar para la mañana siguiente, Horacio Castañeda colgó el teléfono, y apenas pudo reprimir un grito de alegría. ¡Por fin! Después de años y años para terminar la carrera de análisis estadístico y  reconfiguración de datos, y tras hacer un master y conseguir un doctorado, había ido dando tumbos por diferentes empleos de mucha menos categoría, y desde luego peor remunerados. Había tenido que trabajar en un restaurante de comida rápida, de cajero en unos grandes almacenes especializados en camas y camastros, y en una fábrica de galletitas saladas; ninguno de aquellos trabajos tenía nada que ver con lo que él había estudiado y, desde luego, ninguno estaba a la altura de sus capacidades. Pero ahora, después de cinco largos años de pequeños empleos sin futuro y de largos meses en el paro, por fin le había llegado la oportunidad que él esperaba. Ahora nada podía estropearle el día.
Y entonces, justo entonces, llegó la segunda noticia. La mala.
Aun estaba extasiado cuando alzó la vista y vio que, en televisión, el aburrido programa de tertulia había dado paso a un avance informativo. El presentador, blanco como la leche, daba una noticia con la mirada desencajada. ¿Se habría muerto alguien? Parecía algo serio, así que Horacio Castañeda cogió el mando a distancia y subió el volumen que previamente había bajado para hablar por teléfono.
—…que, en todo caso, es definitivo. Repetimos… —Dijo el presentador, tras una pequeña pausa. Su voz temblaba. —Rayos cósmicos procedentes de… una supernova han sido detectados por la NASA. Parece ser que… —Reprimió un sollozo. — alcanzarán la tierra dentro de unas treinta horas, como mucho, arrasando con… con toda forma de… lo siento.
Dicho esto, el presentador se quedó en silencio, con los ojos enrojecidos mirando al vacío, mientras la cámara seguía enfocándole estúpidamente. Horacio Castañeda cambió de canal, pero en todos se encontró la misma noticia. El mundo se iba a acabar en unas treinta horas. Al día siguiente. El día de la entrevista.
Así pues… ¿iba a perder la oportunidad de su vida simplemente porque el mundo llegaba a su fin? ¿En plena crisis económica, además? Y una mierda, él no iba a permitirlo. No pensaba tolerarlo. Y sabía muy bien lo que tenía que hacer.
Durante el resto del día, Horacio Castañeda se estuvo preparando para tan difícil situación. Actualizó su curriculum con una foto nueva que se había hecho pocos días antes. Cuando su madre llamó, sollozando, para pedirle que fuera a pasar sus últimas horas con ella, él le dio la gran noticia, y luego le dijo que colgara porque no quería tener la línea ocupada por si volvían a llamar para cambiar la hora o pedirle algún dato. Luego sacó del armario su mejor traje, y paso tres cuartos de hora escogiendo qué corbata combinaba mejor. Por la tarde tuvo que chillar a sus vecinos, a través de la ventana del patio de luces, para que se callaran. Intentaba ensayar lo que iba a decir en la entrevista, y los llantos y gritos histéricos no le dejaban concentrarse.
Aquella noche, la última noche antes del fin del mundo, es probable que no durmiera casi nadie. Desde luego, Horacio Castañeda no pudo hacerlo; estaba demasiado nervioso, y los llantos desesperados de la vecina de al lado tampoco ayudaban. En un momento dado, no obstante, se oyeron unos golpes muy fuertes. Horacio Castañeda pensó en ir a quejarse, pero poco después cesaron, y con ellos los llantos. Y entonces por fin pudo conciliar el sueño.
Al día siguiente se levantó temprano. Comprobó, disgustado, que no había luz en toda la casa. Decidió que llamaría a la compañía en cuanto volviera de la entrevista, y se fue a dar una ducha y a afeitarse; por suerte todavía había agua; habría sido un desastre no poder ducharse en un día tan importante. Finalmente se peinó, se puso su flamante traje, y salió de casa.
El cielo, despejado, tenía un tono ligeramente extraño. Y en la calle todo era un caos. Las tiendas estaban siendo asaltadas y saqueadas. No se podía circular por la cantidad de coches que había, muchos de ellos abandonados, otros accidentados, y algunos llenos de gente que parecía querer huir a ninguna parte. En una esquina, un hombre con pinta de demente alzaba una pancarta proclamando el fin del mundo. Horacio Castañeda decidió pasar por el kiosco a comprar la prensa antes de dirigirse al lugar donde le harían la entrevista, pero lo encontró cerrado. Que poca profesionalidad, se dijo a si mismo, y echó a andar, pues con aquel tráfico intentar coger el coche sería una estupidez.
Finalmente, llegó a la boca del metro. ¡También estaba cerrado! ¿Cómo podía ser? ¿Qué clase de transporte público tercermundista era aquel? Nervioso, Horacio Castañeda miró su reloj; por suerte era un hombre previsor, y había salido con tiempo de sobras. Si iba caminando, con cierta prisa, aun podía llegar a tiempo. Cierto es que llegaría algo más cansado y corría el riesgo de sudar un poco, pero eso era mejor que no llegar. Se quitó la chaqueta del traje para no mancharla de sudor y echó a andar, mientras la sociedad se desmoronaba a su alrededor. Durante un rato, incluso tuvo que caminar por la calzada, entre los coches abandonados, porque mucha gente se estaba tirando desde sus balcones y ventanas, y si iba por la acera corría el riesgo de que le cayera alguien encima o, peor aun, le salpicara el traje de sangre.
En un momento dado decidió atajar por un parque. Dentro, varias parejas habían ocupado los bancos para copular salvajemente, a la vista de todo el que pasara por allí; algunos incluso dejaban que se unieran terceras personas que se acercaban con curiosidad. Nadie utilizaba preservativo, observó Horacio Castañeda, y aquello era una imprudencia por su parte. Pero no tenía tiempo que perder; cruzó deprisa, procurando no tropezar con algunos amantes que habían acabado retozando en el suelo,  y salió del parque por el otro lado. Unos metros más allá de unos contenedores en llamas, un grupo de jóvenes apaleaban un cajero automático, intentando abrirlo a la fuerza.
Finalmente, al fondo de una amplia calle que permanecía prácticamente desierta, Horacio Castañeda vislumbró el lugar al que se dirigía, un edificio de oficinas que se alzaba como una torre negra y brillante en medio de la ciudad. Consultó el reloj, y comprobó que todavía quedaba casi un cuarto de hora para la entrevista. Respiró aliviado; junto a él, un hombre mayor con camisa y un maletín se acercó, con mirada inquisitiva, y le preguntó que hacía allí. Horacio Castañeda vio que aquel hombre llevaba en la mano una especie de panfleto religioso, a juzgar por el título, y comprendió que debía pertenecer a alguna organización religiosa o a alguna secta, que venía a ser lo mismo. Le respondió que iba a una entrevista de trabajo y, cuando el hombre preguntó sorprendido si no sabía que aquel era el día del Juicio Final, Horacio Castañeda le respondió tranquilamente que sí, que lo sabía, pero igualmente iba a ir a aquella entrevista; la situación laboral, a fin de cuentas, estaba muy mal en aquellos tiempos, y él no podía arriesgarse a perder aquella oportunidad única. Después de todo, eso de los rayos cósmicos de una supernova sonaba a fenómeno meteorológico… ¿Y si se equivocaban? Los hombres del tiempo no acertaban casi nunca, y si después de todo el mundo no se acababa, lo mejor sería tener un buen empleo.
Tras aquello, el hombre le intentó explicar que ese era un día muy importante; que era el día en que todo iba cambiar, y que él tenía que rezar. Sobretodo, era muy importante que rezara. Tras meditar un instante, Horacio Castañeda le dio la razón. Sí, eso era cierto; aquel era un día importante, y tenía que rezar. Aceptó de buen grado el panfleto y, tras despedirse cordialmente del hombre, echó a andar hacia el edificio de oficinas, a través de aquella calle vacía donde no había coches ni gente, y el silencio tan sólo era interrumpido por los gritos lejanos que llegaban de las calles colindantes. En el azul pálido del cielo, unas líneas ondulantes violáceas habían aparecido; Horacio Castañeda las contempló mientras andaba.
Por supuesto que iba a rezar. Cualquier ayuda para conseguir aquel empleo, el empleo de su vida, era bienvenida.

martes, 5 de julio de 2011

...abriésemos un blog?

¿Cuantas veces un inocente ''¿que ocurriría si...?'' ha acabado en una deliciosa, delirante, apasionada, conversación? Fue precisamente una de esas conversaciones la que nos llevó a abrir este blog, y es en una de esas conversaciones en lo que queremos convertirlo. En cada nueva entrada, plantearemos un ¿que ocurriría si...? que nos podría llevar a historias, situaciones e ideas totalmente inverosímiles.  Tanto si son planteamientos dramáticos, humorísticos o surrealistas, reflexionaremos sobre ellos a través de relatos cortos y/o dibujos. ¿Os imagináis si la Historia hubiera sido diferente? ¿O si algo inverosímil estuviera a punto de ocurrir? ¿Y si algo que solo existe en la ficción de repente se volviera real? Reconocedlo, alguna vez habéis imaginado algo así. Pues de eso se trata.
Por supuesto, nos encantaría que, todo aquel que quiera, comparta con nosotros sus puntos de vista. Tanto si es en forma relatos o de dibujos, lo más interesante puede ser poder ver los diferentes enfoques que puede tomar una misma cuestión. ¿Os animáis a participar? Podéis enviarnos vuestros relatos y ocurrencias a la dirección queocurririasi@gmail.com, así como propuestas para siguientes preguntas.

Y para empezar a darle vueltas al coco, que tal si nos preguntamos: ¿Que ocurriría si supiéramos de antemano la fecha concreta del fin del mundo?