lunes, 10 de octubre de 2011

Los malos de las películas

Tema: ¿Que ocurriría si no hubieran existido los nazis?
Autor:  Luis Guallar



Sobre un fondo azul, aparece la silueta de una montaña, logotipo de la Paramount. Esta no tarda en hacer una suave transición a una imagen real. El fondo azul se convierte en el cielo. La montaña dibujada se transforma en una gran roca del desierto, con una forma similar. La música, apenas un susurro, deja entrever la emoción que está por llegar.
Y entonces aparece un grupo de Boy Scouts. Parecen dispuestos a explorar unas cuevas. Uno de ellos, un joven rubio, se aleja del grupo junto a un amigo, que no parece demasiado conforme. Y en una cueva, encuentran a unos saqueadores, dispuestos a robar la cruz de Coronado.
Debería estar en un museo, dice el joven Scout.
Su nombre es Indiana Jones.

Sin duda, los años 80 fueron la meca del cine de aventuras. Durante esa época surgieron docenas de títulos destinados a divertir a toda la familia, películas que de pequeño iba a ver con mi padre al cine, mientras con una mano sujetaba la suya, con la otra el bote de palomitas, y mis ojos veían el mundo con la ilusión propia de los niños. Alrededor de 1981, no obstante, una película que pretendía alzarse como la reina de las películas de aventuras cayó repentinamente en desgracia. Durante su gestación no hubo más que problemas, además diversas deserciones. Finalmente, cuando se estrenó, la crítica se ensañó con ella brutalmente, la tacharon de inmoral y políticamente incorrecta, y pronto cayó en el olvido.
Mi curiosidad se despertó cuando me tropecé por casualidad con la carátula de dicha película en Internet. Titulada simplemente “La última cruzada”, contaba con un actor poco conocido como protagonista, un tal Harrison Ford. Sí, era poco conocido de nombre, pero su rostro era inconfundible, pues se trataba ni más ni menos que de Han Solo, el tunante compañero de Luke en Star Wars. Y no era de extrañar, pues el artífice de “La última cruzada” era ni más ni menos que el mismísimo George Lucas. A finales de los 70, Lucas estaba dispuesto a repetir el éxito de su película espacial con otra de corte mucho más clásico, cuyo protagonista sería una suerte de Han Solo reconvertido a arqueólogo y aventurero. El proyecto era prometedor, y todo indicaba que el director elegido por Lucas iba a ser Steven Spielberg.

Indiana Jones se halla en una habitación amplia, luminosa, y bastante lujosa. Parece encontrarse fuera de lugar. Un momento después, una puerta se abre, y aparece un hombre trajeado que se presenta como Walter Donovan, un nombre que Indy conoce bien. Walter le habla sobre una tablilla que sus hombres encontraron en una excavación, y que parece revelar información importante sobre un objeto mítico.
El santo Grial.
Indy apenas puede contener la emoción, aunque tiene la sensación de que no es él quien tendría que estar allí. Mientras tanto, Walter sigue hablando, emocionado.
—Estamos a punto de concluir una búsqueda que comenzó hace casi dos mil años. —Afirma, finalmente. —Nos hallamos solo a un paso.
—Que es cuando suele desaparecer el suelo bajo los pies. —Responde Indy, cínico.
—No sabe cuanta razón tiene. —Responde Donovan.

Los problemas no tardaron en llegar. Tras leer el guión, Spielberg rechazó el proyecto. Cuando se le preguntó al respecto no quiso dar explicaciones, pero afirmó que jamás volvería a trabajar con Lucas. Aquello los enemistó para siempre.
Tras la decepción inicial, George Lucas decidió encargarse personalmente de la dirección. Comenzó a controlar todo el proyecto, y a cambiar guiones. Él afirmaba que tenía escrita una trilogía entera, pero que había decidido comenzar por la tercera porque era la más espectacular. Aquello provocó diversos malestares en el equipo. Esos cambios, sumados a elementos del guión que parecían molestar a algunos, hicieron que diversos actores tuvieran que ser substituidos en el último momento. Aun así, el proyecto siguió adelante. Con un presupuesto ligeramente inferior al original, y algún cambio de última hora, la película se rodó con éxito. Pero como ya he dicho, la crítica la hundió. Fue un fracaso en taquilla, y finalmente quedó relegada a un sombrío segundo plano junto a otras tantísimas películas de escasa calidad.

Indy y Elsa caminan en la oscuridad. Están en una cripta subterránea, repleta de telarañas, huesos y ratas. Elsa, nerviosa, se agarra al brazo del valiente Indy, mientras este se abre paso. Finalmente, su búsqueda da sus frutos. Al final del camino, hallan una serie de tumbas y, en un lugar más elevado, la tumba del caballero. Emocionados, retiran la tapa. Y allí está, tallada en su escudo. La inscripción que tanto buscaban, y que da la clave para hallar el Santo Grial.
Alejandreta.

Hace unos cuantos años, encontrar una película poco conocida podía ser una odisea. Pero hoy en día, Internet hace que sea una tarea sumamente sencilla. Como he dicho anteriormente, me llamaba la atención aquella película protagonizada por Han Solo. ¿Qué podía tener que la hiciera tan polémica? ¿Cuál había sido el problema? Por supuesto, estaba convencido de que todo el asunto se había exagerado. Posiblemente la película era aburrida, o el guión resultaba flojo. Aun así, la curiosidad me podía. Así que me la descargué, y la comencé a ver.

El logo de la Paramount. La roca. Los Boy Scouts.

Durante varios minutos, no podía entender nada. ¡Aquella película era fantástica! ¿A que se debía tanta polémica? Por lo que estaba viendo, se trataba únicamente de una inocente película de aventuras acerca de un arqueólogo en busca de un mágico tesoro. Indiana Jones era un personaje muy inspirado, y exudaba carisma a raudales. Su estirado amigo Marcus resultaba bastante cómico. Y la película era toda emoción. La trama era interesante. El santo grial, caballeros de las cruzadas, un misterioso enemigo en la sombra… ¿Qué más se podía pedir? ¿Cuál era el problema?
Y entonces llegó. Porque aunque lo peor estaba por llegar, el principal problema de la película, el motivo de su caída en desgracia, se resumía en una única frase en boca de Indy. Tras llegar al castillo de Brunwald en busca del desaparecido padre de Indy, un poco inspirado Roger Moore que se había hecho con el papel tras la deserción de Sean Connery, nuestro héroe y su guapa compañera se encuentran con el misterioso enemigo que parece querer conseguir el grial. Un grupo de hombres de cabello oscuro y rizado, hablando por radio y trazando planes sobre un mapa. Y entonces llega la frase.
—Judíos. —Dice Indiana Jones, con visible desprecio. —Los odio.

Indy continua buscando, hasta que da con una puerta cerrada, con cables que delatan una alarma. Deduciendo que esa es la celda de su padre, entra en una habitación continua, sale por la ventana y, tras valerse de su habilidad con el látigo, alcanza la celda, donde se produce el divertido reencuentro. Entonces, Indy procede a narrar su expedición en las catacumbas, lo que emociona visiblemente a su padre, que se ha pasado la vida buscando el grial. Pero todavía queda un problema: los judíos.
—¿Por qué? —Pregunta Indy. —¿Por qué tanto interés en el grial?
—¿No es evidente? —Responde su padre. —Lo ponía en la tablilla. “Quien beba del grial llevará dentro de él un manantial de vida eterna.”
—¿Es eso lo que buscan? ¿La vida eterna?
—Cielos, Junior ¡Claro que no! —Exclama su padre. —Ellos no buscan utilizar el grial, sino destruirlo. ¿No lo entiendes? El cáliz de Cristo… semejante poder… ¿No entiendes en que lugar los deja a ellos una prueba así? Sería el final de su gran mentira.
Tras la explicación, son interrumpidos por un grupo de judíos armados. Indy se deshace de ellos sin demasiad dificultad pero, cuando va en busca de Elsa, descubre que la han capturado. Uno de ellos, que parece el cabecilla, la está apuntando con una ametralladora.
—Suelte esa arma, doctor Jones. O ella morirá.
—Está con ellos. —Comenta su padre.
—¡Indy, por favor! —Suplica ella.
—Es judía. —Insiste el padre.
—¿Qué? —Indy no se lo puede creer.
—De verdad.
—¡Indy, no!
—Ni siquiera es rubia, va teñida.
—La mataré. —Amenaza el judío, inseguro.
—¿Sí? Pues mátela… —Dice el padre, indiferente.
—¡No! —Exclama Indy, que no sabe a quien creer. —No lo haga.
—No temas, no lo hará.
—¡Haz lo que te dice, por favor! —Suplica Elsa.
—No le hagas caso. —Advierte su padre. —Es hija de usureros, y está acostumbrada a mentir, como todos ellos.
Indy, sucumbiendo a los encantos de Elsa, se deja engañar. Evidentemente, ella es judía tal como le había advertido su padre, y no tarda en traicionarle.

El resto de la película se pasó en un suspiro. Un conjunto de emoción y aventuras sin igual, manchado con los reiterados insultos al pueblo judío. Cuando terminó, me quedé pensativo un buen rato. Podría haber sido un gran clásico, un icono de los 80. Harrison Ford podría haber sido una gran estrella… y quien sabe, haber protagonizado Blade Runner en lugar de Tom Selleck. Tal vez se habrían rodado las otras dos películas de Indiana Jones… pero eso es algo que no sabremos nunca. El pueblo judío jamás podría permitir semejante insulto, y ellos controlan Hollywood en gran medida. George Lucas se equivocó al escoger al enemigo. Habría necesitado gente a quien todo el mundo odiara. Personas que pudieran ser los malos de las películas, sin miedo a represalias.

jueves, 6 de octubre de 2011

Acerca de Adolf

Tema: ¿Que ocurriría si no hubieran existido los nazis?
Autor:  Gemma Albi

Extracto de la entrevista del 15 de enero de 1955  a August Kubizek (músico y compositor)

Ah, quiere que le cuente cosas sobre Adolf, eh? Bien, no es la primera vez que me lo piden, no se crea…No en vano fui uno de sus mejores amigos. Y buen consejero, si me lo permiten. (risas)
Cuando nos conocimos, el lobo no era más que un jóven cahorrillo. Nos pasabamos las tardes saboreando los pequeños placeres de la joventud; leíamos fragmentos de historia y mitologia germana, nos contábamos nuestros males de amores o lanzábamos piedras a las familias de inmigrantes judíos... Esto último se nos ha criticado bastantes veces, sobretodo durante el clímax de fama de Adolf, pero no hay que sacar las cosas de quicio. Eran...eran juegos de chiquillos.
Por aquél entonces, Adolf no tenía una buena relación con su padre. No la había tenido nunca, en realidad. Él queria a obligarle a seguir sus pasos, a ser un buen funcionario público, y en consequencia, Adolf se rebeló como un estudiante pésimo. Estaba convencido de que su vida debía dedicarse única y exclusivamente al arte. Y sin embargo, cuando quiso entrar en la Academia de Bellas Artes de Viena, resulta que no fue aceptado, quién lo iba a decir. Dos veces le rechazaron, DOS!  Por suerte, el tiempo ha demostrado que el talento artístico de una persona no puede medirse en base a mediocres pruebas de aptitud. 
Esa negativa por parte de la escuela de bellas artes  haria nacer en Adolf un sentimiento de rabia y frustración que le perseguiria durante mucho tiempo, pero no consiguió aplacar su deseo de crear. Se quedó en Viena mientras yo estudiaba en el conservatorio y consiguió ir tirando a base de los cuadros que iba pintando. El año...trece... si, trece, nos trasladamos a Munich, donde no tardamos en separarnos. En cuanto empezó la guerra, decidió que era hora de darlo todo por su pais. No hubo manera de hacerle cambiar de opinión. Ni siquiera sirvió de nada que le recordara que hacía menos de un año le habían declarado no apto para el servicio militar. ( risas) Menudo cabezota!
Los de la guerra fueron años terribles para Adolf. No cabe duda de que se esforzó tanto como pudo. En las pocas cartas que me mandó desde el frente, me contaba cómo ponía todo su empeño en esa guerra, en servir con orgullo a su pais. Pero parece ser que sus compañeros no opinaban igual. Se desesperaba con su apatía generalizada y ellos a cambio, le trataban con frialdad y se reian de él a sus espaldas. Nadie quería luchar en el frente, a parte de él. En un lugar donde todos se sentían desgraciados, él era un bicho raro. 
La derrota de Alemania el 1918 le hundió del todo. Todo en lo que él creía se había ido al traste. Primero la escuela de Bellas Artes y ahora Alemania misma le habían decepcionado. Le invité a venir a Berlin conmigo con intención de levantarle los animos. Por aquél entonces yo estaba metido de lleno en las nuevas corrientes artísticas y filosóficas que recorrian el pais. A muchos nos llamaban nihilistas por aquél entonces. Y que íbamos a ser, si tan pocas cosas parecian tener sentido a nuestro alrededor... 
Adolf tardó en dar señales de vida. Me decía que había que hacer algo con el pais, que Alemania tenia que volver a resurgir de sus cenizas. En ocasiones parecia que se iba a meter incluso en política. Imagínese, un artista en el poder! Menuda se hubiera armado! (risas)
Al final, aceptó mi invitación. Intenté que se distrajese, que saliera. Le presenté un montón de compañeros, muchos de ellos relacionados con las nuevas tendencias artísticas que empezaban a florecer. Volver a tomar contacto con el mundo del arte y, sobretodo, encontrar una corriente que proclamaba abiertamente que el el criterio de la Academia de Bellas Artes estaba totalmente obsoleto, le hizo cambiar de actitud. Poco a poco, su temperamento volvió a equilibrarse. Se encontraba cómodo en el ambiente Dadá. Podía dar rienda suelta a su imaginación y liberar de una vez todas aquellas frustraciones con las que había cargado tanto tiempo. Se reía de los artistas más clásicos y de la nación alemana en pleno, que les había llevado a aquella situación de humillación absurda ante toda Europa. A todos les gustaban los discursos de Adolf sobre la necesidad de un cambio de las concepciones artísticas, de echo su libro Kampf, Dampf, Gedämpf ( adaptado al español como lucha, ducha, trucha) fue traducido a más de seis idiomas. Adoraban la manera en que defendía los cuadros que pintaba, ya fuesen salchichas, señoras rubias gordas comiendo pretzels, u ovejas y cerdos de ojos azules y pelucas rubias saltando a la comba. Fueron buenos tiempos, aquellos!. 
Un tiempo después, cuando el movimiento dadaista berlinés se decantó peligrosamente hacia el marxismo, Adolf empezó a incomodarse, puesto que no compartia para nada ese tipo de ideas. No queria ser confundido con un comunista cualquiera, tenia demasiada identidad propia. Además, parece ser que algunos de sus compañeros dadás le acusaban de ser demasiado egocéntrico y querer siempre ser el centro de atención en entrevistas y en los medios en general. Ante este panorama, y habiendo cosechado exitosas críticas en sus exposiciones en Berlin, decidió marcharse y probar suerte en Nueva york. Allí,  conoceria otra de sus grandes influencias. Me estoy refiriendo a  Marcel Duchamp, por supuesto.
Entre ellos surgió enseguida una gran amistad, era inevitable en dos mentes inquietas como las suyas. Su relación tuvo bastantes altibajos, es verdad, pero admitámoslo ¿qué buena amistad no los tiene? Juntos crearian muchas cosas. La serie de fotografias ''bigote que huye'', por ejemplo, tuvo un éxito rotundo en todo el mundo y hasta grabaron aquella película en donde salían ambos desnudos , con cascos y botas militares, agarrados a sus genitales como si de verdaderos fusiles se tratara. (risas) Qué no se les podria haber ocurrido a ese par! Desgraciadamente, cuando Duchamp prefirió invertir su tiempo en los campeonatos de ajedrez, empezaron a distanciarse. Adolf, más centrado, empezó a dedicarse a la publicidad y el diseño.

Uno de sus últimos trabajos, las conocidas letras de Frankfurt, que distinguen a todos los restaurantes que sirven esta especialidad alemana, creo que nos da la clave para entender la trayectoria de Adolf. Un enamorado de Alemania, rechazado por su amada, dolido, pero hasta cierto punto cariñoso con ese vago recuerdo del pais que tanto ha amado, devolviéndole una y otra vez al lugar que le vió nacer y crecer y luchar. Como un ciclo que empieza y se acaba.

Si me pregunta qué fue para mi Adolf,  deberé responderle: mi amigo. Al margen de todas las cosas que se puedan decir de él, de su vida, de sus excentricidades y su ego, Adolf fue sobretodo, mi amigo.

martes, 4 de octubre de 2011

Volvemos!

Debido a diversas interferencias con eso que algunos llaman "el mundo real", nos hemos visto obligados a ausentarnos unos cuantos días, pero ahora volvemos a la carga... ¡Porque toca cambiar de tema! Así que id estrujando vuestros cerebros porque esta vez nos vamos a preguntar...

¿Que ocurriría si... no hubieran existido los nazis?


Recordad que todos podéis participar, solo tenéis que enviar vuestro relato a queocurririasi@gmail.com