jueves, 6 de octubre de 2011

Acerca de Adolf

Tema: ¿Que ocurriría si no hubieran existido los nazis?
Autor:  Gemma Albi

Extracto de la entrevista del 15 de enero de 1955  a August Kubizek (músico y compositor)

Ah, quiere que le cuente cosas sobre Adolf, eh? Bien, no es la primera vez que me lo piden, no se crea…No en vano fui uno de sus mejores amigos. Y buen consejero, si me lo permiten. (risas)
Cuando nos conocimos, el lobo no era más que un jóven cahorrillo. Nos pasabamos las tardes saboreando los pequeños placeres de la joventud; leíamos fragmentos de historia y mitologia germana, nos contábamos nuestros males de amores o lanzábamos piedras a las familias de inmigrantes judíos... Esto último se nos ha criticado bastantes veces, sobretodo durante el clímax de fama de Adolf, pero no hay que sacar las cosas de quicio. Eran...eran juegos de chiquillos.
Por aquél entonces, Adolf no tenía una buena relación con su padre. No la había tenido nunca, en realidad. Él queria a obligarle a seguir sus pasos, a ser un buen funcionario público, y en consequencia, Adolf se rebeló como un estudiante pésimo. Estaba convencido de que su vida debía dedicarse única y exclusivamente al arte. Y sin embargo, cuando quiso entrar en la Academia de Bellas Artes de Viena, resulta que no fue aceptado, quién lo iba a decir. Dos veces le rechazaron, DOS!  Por suerte, el tiempo ha demostrado que el talento artístico de una persona no puede medirse en base a mediocres pruebas de aptitud. 
Esa negativa por parte de la escuela de bellas artes  haria nacer en Adolf un sentimiento de rabia y frustración que le perseguiria durante mucho tiempo, pero no consiguió aplacar su deseo de crear. Se quedó en Viena mientras yo estudiaba en el conservatorio y consiguió ir tirando a base de los cuadros que iba pintando. El año...trece... si, trece, nos trasladamos a Munich, donde no tardamos en separarnos. En cuanto empezó la guerra, decidió que era hora de darlo todo por su pais. No hubo manera de hacerle cambiar de opinión. Ni siquiera sirvió de nada que le recordara que hacía menos de un año le habían declarado no apto para el servicio militar. ( risas) Menudo cabezota!
Los de la guerra fueron años terribles para Adolf. No cabe duda de que se esforzó tanto como pudo. En las pocas cartas que me mandó desde el frente, me contaba cómo ponía todo su empeño en esa guerra, en servir con orgullo a su pais. Pero parece ser que sus compañeros no opinaban igual. Se desesperaba con su apatía generalizada y ellos a cambio, le trataban con frialdad y se reian de él a sus espaldas. Nadie quería luchar en el frente, a parte de él. En un lugar donde todos se sentían desgraciados, él era un bicho raro. 
La derrota de Alemania el 1918 le hundió del todo. Todo en lo que él creía se había ido al traste. Primero la escuela de Bellas Artes y ahora Alemania misma le habían decepcionado. Le invité a venir a Berlin conmigo con intención de levantarle los animos. Por aquél entonces yo estaba metido de lleno en las nuevas corrientes artísticas y filosóficas que recorrian el pais. A muchos nos llamaban nihilistas por aquél entonces. Y que íbamos a ser, si tan pocas cosas parecian tener sentido a nuestro alrededor... 
Adolf tardó en dar señales de vida. Me decía que había que hacer algo con el pais, que Alemania tenia que volver a resurgir de sus cenizas. En ocasiones parecia que se iba a meter incluso en política. Imagínese, un artista en el poder! Menuda se hubiera armado! (risas)
Al final, aceptó mi invitación. Intenté que se distrajese, que saliera. Le presenté un montón de compañeros, muchos de ellos relacionados con las nuevas tendencias artísticas que empezaban a florecer. Volver a tomar contacto con el mundo del arte y, sobretodo, encontrar una corriente que proclamaba abiertamente que el el criterio de la Academia de Bellas Artes estaba totalmente obsoleto, le hizo cambiar de actitud. Poco a poco, su temperamento volvió a equilibrarse. Se encontraba cómodo en el ambiente Dadá. Podía dar rienda suelta a su imaginación y liberar de una vez todas aquellas frustraciones con las que había cargado tanto tiempo. Se reía de los artistas más clásicos y de la nación alemana en pleno, que les había llevado a aquella situación de humillación absurda ante toda Europa. A todos les gustaban los discursos de Adolf sobre la necesidad de un cambio de las concepciones artísticas, de echo su libro Kampf, Dampf, Gedämpf ( adaptado al español como lucha, ducha, trucha) fue traducido a más de seis idiomas. Adoraban la manera en que defendía los cuadros que pintaba, ya fuesen salchichas, señoras rubias gordas comiendo pretzels, u ovejas y cerdos de ojos azules y pelucas rubias saltando a la comba. Fueron buenos tiempos, aquellos!. 
Un tiempo después, cuando el movimiento dadaista berlinés se decantó peligrosamente hacia el marxismo, Adolf empezó a incomodarse, puesto que no compartia para nada ese tipo de ideas. No queria ser confundido con un comunista cualquiera, tenia demasiada identidad propia. Además, parece ser que algunos de sus compañeros dadás le acusaban de ser demasiado egocéntrico y querer siempre ser el centro de atención en entrevistas y en los medios en general. Ante este panorama, y habiendo cosechado exitosas críticas en sus exposiciones en Berlin, decidió marcharse y probar suerte en Nueva york. Allí,  conoceria otra de sus grandes influencias. Me estoy refiriendo a  Marcel Duchamp, por supuesto.
Entre ellos surgió enseguida una gran amistad, era inevitable en dos mentes inquietas como las suyas. Su relación tuvo bastantes altibajos, es verdad, pero admitámoslo ¿qué buena amistad no los tiene? Juntos crearian muchas cosas. La serie de fotografias ''bigote que huye'', por ejemplo, tuvo un éxito rotundo en todo el mundo y hasta grabaron aquella película en donde salían ambos desnudos , con cascos y botas militares, agarrados a sus genitales como si de verdaderos fusiles se tratara. (risas) Qué no se les podria haber ocurrido a ese par! Desgraciadamente, cuando Duchamp prefirió invertir su tiempo en los campeonatos de ajedrez, empezaron a distanciarse. Adolf, más centrado, empezó a dedicarse a la publicidad y el diseño.

Uno de sus últimos trabajos, las conocidas letras de Frankfurt, que distinguen a todos los restaurantes que sirven esta especialidad alemana, creo que nos da la clave para entender la trayectoria de Adolf. Un enamorado de Alemania, rechazado por su amada, dolido, pero hasta cierto punto cariñoso con ese vago recuerdo del pais que tanto ha amado, devolviéndole una y otra vez al lugar que le vió nacer y crecer y luchar. Como un ciclo que empieza y se acaba.

Si me pregunta qué fue para mi Adolf,  deberé responderle: mi amigo. Al margen de todas las cosas que se puedan decir de él, de su vida, de sus excentricidades y su ego, Adolf fue sobretodo, mi amigo.

2 comentarios:

  1. Genial!!!! O_o Me va a costar escribir algo que esté a la altura..

    ResponderEliminar
  2. Brutal! Como licenciada en Bellas Artes, me parece genial el trabajo de documentación y muy graciosa la idea de un Adolf Hitler dadaísta! xDDDDD
    PD:Hay que hacer la serie de fotos del "Bigote que huye"

    ResponderEliminar