miércoles, 20 de julio de 2011

La luz de su sonrisa

Tema: ¿Que ocurriría si supiéramos de antemano la fecha concreta del fin del mundo?
      Autor: Lara Castillejos


Él está a mi lado cuando nos enteramos. Dicen que es el fin, que el sol se está muriendo, y que se llevará la tierra con él. Yo no lo veo así. Creo que es ella, fiel amante, la que ha decidido que si él muere, ella no puede seguir existiendo en la fría soledad del universo. Al menos es así como yo me sentiría. A mi lado, tumbado en la cama, le veo a él, y sus ojos me dicen que él piensa igual. Le acaricio su rostro sin afeitar, y  su boca esboza una sonrisa que carece de humor. Vamos a morir. Oh dios, vamos a morir, y entonces esa sonrisa se apagará, del mismo modo que se va a apagar el sol. Y yo, como la tierra, no puedo vivir sin ella. No quiero vivir, sin el brillo de su sonrisa. Sus manos fuertes me sujetan el rostro. Sus labios me susurran al oído, vierten en ellos dulces mentiras que yo finjo creer. Su lengua saborea la mía. ¿Qué podríamos hacer, si no? ¿Qué es más sensato en un caso así? ¿Echarse a llorar? ¿Gritar? ¿Comenzar a saquear tiendas? Nada de eso servirá para nada. Solo quedan días. Horas. El final llegará, inexorablemente. No, hemos de aprovechar el tiempo. Por eso le beso apasionadamente, y dejo que sus dedos se pierdan bajo mi ropa, y que los míos hagan lo propio. Nos desnudamos el uno al otro, beso su pecho y su vientre. Acaricio su espalda, muerdo su cuello. Hacemos el amor dulcemente, en un intercambio de caricias, susurros y mentiras. Nos seguimos besando. Luego apoyo mi cabeza sobre su amplio pecho, y escucho su corazón, que late con tanta fuerza, que me parece imposible que se vaya a apagar para siempre. Durante un rato, nadie dice nada. Permanecemos en silencio. Luego, alzo la cabeza, y le miro de nuevo. Él vuelve a sonreír, de nuevo esa sonrisa sin la que no puedo vivir. Mi lengua saborea sus labios. Sus manos se apoderan de mis pechos. Me dice que no le quedan preservativos, y yo respondo que eso ya da igual. Ya no nos hacen falta, ahora que vamos a morir. Me gustaría pasar el resto de mi vida haciendo el amor con él, y tal vez sea lo que ocurra. Cuando terminamos, estamos bañados en el sudor del otro, con los dedos de la mano entrelazados. Nuevamente, nos besamos, y volvemos a susurrarnos mentiras. Me dice que me ama. Yo le digo que también. Me dedica nuevamente esa sonrisa.
Finalmente, me pregunta cuanto me debe. Yo poso un dedo en sus labios, y le digo que no lo estropee. El dinero ya da igual, le digo. Prefiero seguir fingiendo lo que no somos. El sol morirá pronto, y durante las horas de vida que nos quedan, quiero que me siga iluminando la sonrisa de un desconocido.

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