viernes, 19 de agosto de 2011

El ermitaño

Tema: ¿Que ocurriría si un zombie mordiera a un vampiro?
Autor: Mireia Garcia

Mi nombre es Pierre. Nací hace ya más de 50 años es un pequeño pueblo en Haití.

Mi padre era diplomático y mi madre profesora de francés en Puerto príncipe. Estudié en las mejores universidades que mis padres pudieron pagarme, y me licencié en antropología a los 25 años. Siendo haitiano de nacimiento (aunque fu educado en las costumbres francesas del país de origen de mis padres), opté por especializarme en cultura indígena y así conocer más de las costumbres del país que me dio la vida.

Sé que no comprenden el motivo que me lleva a contarles mi vida, pero les aseguro que es necesario ponerles en contexto antes de relatarles las serie de casualidades que me han llevado a la situación actual.

Retomando mi relato, en esos tiempos estaba apunto de presentar mi tesis sobre las costumbres y supersticiones más profundas de la isla cuando, inesperadamente, una de las mujeres con las que había trabajado anteriormente, me ofreció a participar en una ceremonia sagrada.

Acepté sin dudarlo, era mi gran oportunidad!

Iluso de mí poco sabía que allí empezarían mis problemas.

La ceremonia (cuyos detalles y descripción pueden leer en el dossier titulado “Vudú, entre la magia y la superstición”), estaba compuesta por un pobre hombre, atado, al que se le pretendía convertir en zombi y un brujo o gurú que daba vueltas alrededor suyo, como si estuviera invocando algo. Una mala palabra en un mal momento, provocó una alteración del ritual que acarreó desastrosas consequencias.

Sí, señores, yo acabe convertido en zombi. y poseído por una rabia inconsciente les devoré a todos. No dejé a nadie con vida.

Ser zombi es terrible, ya que te mantiene en un estado de semi-muerte en la que la consciencia y la memoria, quedan enterradas bajo un cúmulo de sentimientos primarios.

Durante años vagué junto a otros zombis que habitaban la zona, alimentándonos, avanzando inconscientes, como una jauría de perros hambrientos. Sólo podía pensar en cerebros vivos y jugosos. Sólo quedaban instintos primarios. Comer y andar. Andar y comer.

Se preguntarán cómo puedo escribir de forma tan coherente si solo queda una sombra primitiva de mi ser.

La respuesta es un cadáver.

Me explicaré. Haití puede parecer una isla relativamente pequeña, pero sus habitantes conocen las costumbres zombis a la perfección, así que a veces recurríamos a cadáveres encontrados en los cementerios. Uno de los cadáveres que elegí para devorar estaba extrañamente frío, pero el ansia de comer me pudo y me lo comí entero, sólo quedaron los huesos.

Tenía la cara roja, sangrienta y me sentía bien, saciado.

Poco sabía que lo acababa de comerme era un vampiro, un no-muerto.... poco a poco su sangre se apoderó de mí y poco a poco la consciencia volvió a mi cuerpo. La sangre se apoderó de mis organos atrofiados y les devolvió algo de vida, de la vida artificial que hace mover a los vampiros. Un zombi es un cuerpo vivo en un ser muerto y los vampiros son lo contrario, así que al alimentarme accidentalmente de uno, pude recuperar mis recuerdos, mi cerebro, y mi consciencia. Al momento tomé consciencia de mi.

Era Pierre, el antropólogo y mi gran oportunidad estaba justo delante de mi. Sólo tenía que recuperar mi tesis, ampliarla y presentarla. Sería un genio!

Pero las cosas no salieron como yo pensaba.

Tantos años de zombi, me habían dejado una piel putrefacta y asquerosa, uno de mis ojos se salía de su cuenca y me faltaba parte de la cara. Cada vez que intentaba acercarme a un pueblo civilizado, sus habitantes me recibían a escopetazos.

Intenté volver con mi gente, pero mi cerebro recuperado e hidratado era demasiada tentación para ellos e intentaron comérseme en cuanto intenté saludarles

Tampoco tenía lugar entre los vampiros, había matado a uno de ellos, era su enemigo. Además mi afición por comer carne muerta les asqueaba de mala manera.

Y lo peor, es que desde que me comí a ese vampiro, no tolero la luz del sol...

He aquí mis desgracias, ya no pertenezco a ningún lugar, no estoy ni vivo, ni muerto, ni no-muerto ni no-vivo. Lo soy todo y nada, soy el ser más desgraciado de la tierra. Yo era tan feliz siendo un zombi, pero no lo sabía, porque mi cerebro estaba atrofiado. Pero ahora lo sé. yo era feliz, solo comer y andar, andar y comer, nada mas...

Me he recluido en esta cabaña, a la espera de la muerte por inanición, es mi única salida.

Mientras espero mi destino, he tenido tiempo de recolectar mis notas, y terminar mi tesis.

Si alguien encuentra estos textos, no los desprecie. son mi memoria y todo lo que queda de mi recuerdo. Todos estos papeles son lo que queda de Pierre, el ermitaño.

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho!!
    Me encanta la parte del final, con el drama de no pertenecer a ningún lado, pobrete Pierre...xD

    Espero leer más relatos tuyos! ;)

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  2. Muy bueno, me ha encantado, has entrado en el tema por una rama completamente distinta, y toda la historia, al fin y al cabo, ha estado relacionada con la misma, muy buen relato!

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